martes, 27 de julio de 2010

Random Post

No lo entiendo.

sábado, 5 de junio de 2010

Capítulo IV: The Fool

- Buenas noches- me dijo el señor Tod, sonriente y triunfal mientras me apuntaba con la video cámara.
- ¿Qué? ¿Qué haces tú aquí? ¿Qué haces con esa cámara?
- No tengo costumbre de ir allí a donde no me han invitado.
- ¿Quién eres realmente? ¿Qué pretendes? Por favor… Por favor –supliqué- déjame en paz.
- Grabarte, evidentemente. Pensé que te gustaría ver los cambios que he introducido en mi última creación –apuntó mientras me miraba fijamente con aquellos ojos que parecían salirse de sus cuencas oculares, que a pesar de la existencia de los párpados se negaban a utilizarlos-. Es una maravilla, es como si poseyera voluntad propia, ¿no crees? Es maravilloso cómo las obras pueden cambiar según son creadas, transgrediendo por si mismas el sentido original con el que fueron creada y cobrando vida. Sigue así, esa expresión de horror cuadra perfectamente con la trama principal de la historia. Sencillamente maravilloso.

No recuerdo que dije, ni tampoco qué es lo que hice, ni cómo concluyó todo aquello. Sólo sé que de repente caí en la cuenta, me inspiré y supe con total certeza que significaba todo aquello. Comprendí cuál fue nuestro error, de los componentes de das Kreis, y que no estaba equivocado del todo al pensar que aquello era una mala broma. Demasiado retorcida para tener gracia, incluso. Tot era la transcripción griega de Dyehuty. Sin embargo no sólo es una deidad egipcia, tot es el participio del verbo morir en alemán, así que convocamos al muerto, o en otras palabras: llamamos a la muerte. Que, ironías de la vida, en alemán es die Tod. Había decidido divertirse con nosotros para dar vida (con nuestra muerte) a su nueva obra, que había espado de su control y había decidido terminar abruptamente el trabajo.
Todo tiene un principio y un final. El sentido de la vida no termina con la muerte, sencillamente es parte del ciclo. Pueden extraerse muchas conclusiones de las distintas culturas que han abordado el tema de la muerde desde diferentes perspectivas, pero cuando uno ya no está vivo, pierde el interés en estas cosas.

¿Lo ve? No mentí cuando dije que mi historia al menos era entretenida, aunque se base en una mala broma y en un pésimo juego de palabras. A veces hay que tomarse las cosas con humor.

- Vaya, ¿así que al final hicieste un trabajo a partir de un chiste malo?
- Bueno... eh... Sí, eso hice.

Capítulo III: Tod

- Buenas noches, caballeros –dijo un hombre al otro lado de la sala que se aproximó lentamente al interior del círculo. Si no hubiesen permanecido enmascarados, me atrevería a afirmar que los integrantes de Das Kreis estaban tan atónitos como yo. Seguramente era la primera vez que funcionaba “el ritual”, o que alguien interrumpía una sesión ocultista a tres de la mañana, nunca se sabe. Imaginarme a Dajjal con la misma cara de bobo que yo, por alguna extraña razón, me reconfortaba.
Bajo la luz de la luna el aspecto del hombre era… peculiar. A diferencia de lo esperado: una figura humanoide masculina, de tronco desnudo y bien torneado, con cabeza de ibis y con una faldita de época; el grupo se encontraba frente a un hombrecillo de mediana edad y baja estatura, tez pálida, blanquecina, completamente calvo, desprovisto de cejas y con un rostro arrugado sumamente inquisitivo. Sus ojos inquietantes, excesivamente abiertos, examinaban detenidamente a los adeptos de das Kreis. Iba ataviado con un traje negro y portando una cámara de vídeo en la mano izquierda. Se dibujaba en su semblante una amplia sonrisa presumiblemente forzada en lo que parecía ser un ademán burlón, cuyos labios tenían un tono exacerbadamente rojizo.

- ¡Oh, gran Dyehuty! – se apresuró a proclamar Dajjal, o a tartamudear más bien-, señor… encarnación de la sabiduría, la escritura, la música y la Luna. ¡Oh gran Dyehuty!, tenemos una pregunta que formularos.
- Ah… prefiero que me llamen Tod, es más corto –apuntó el recién llegado. Tot era el nombre griego de la misma divinidad, y si hubiera que humanizarlo y adaptarlo a los tiempo moderno, Tod resultaba extremadamente pertinente. Si era un intruso, venía muy bien informado.
- Eh… sí, eso. ¡Oh, gran Tod! Divinidad, encarnación y señor de la sab…
- Señor Tod, si no es mucha molestia.
- Oh… claro. Esto… ¡Oh, gran señor Tod! Una cuestión tenemos que formu…
- Sí, claro. Yo también. Encantado. Si me disculpáis tengo que irme a recoger una cosa… al tinte, ya saben. Bueno, ya nos veremos –se despidió sonriente.

Y se fue. Sí, abandonando la sala sin más.

Los integrantes de das Kreis intercambiaron miradas atónitas entre sí. O se miraron intuyéndose caras de asombro y perplejidad entre ellos. Cada vez entendía menos de lo que pasaba a mí alrededor. Por suerte no era el único.

- ¡Qué demonios a pasado! –estalló Dajjal al cabo de unos minutos-. ¡Panda de incompetentes! ¿Qué habéis hecho mal para qué esto termine así? ¡Sois unos desgraciados!

Los hermanos y hermanas de das Kries agacharon la cabeza y se contemplaron los pies posiblemente avergonzados de sí mismos. Uno no se dedica durante años al ocultismo para que a la primera de cambio le sucediesen estas cosas. Bastante ya parecían tener con su propio pesar para añadir las voces y estridentes gritos de Dajjal. La sesión se canceló media hora más tarde dada por fracasada y cada miembro se retiró a sus dependencias. En lo que a mi respectaba el señor Tod era una especie de héroe-humorista que les había dado una buena lección de humildad a aquella panda de megalómanos.


Lo sucedido en los días subsiguientes me temo que fueron los hechos más turbadores de toda mi vida, no sabría especificar hasta que punto. Apenas un par de días después del incidente Hans me llamó al teléfono para contarme un alarmante acontecimiento: Luna había recibido en su apartamento una misteriosa cinta de vídeo que recopilaba escenas en la que fue grabada infraganti en diversos momentos en los que ella afirmaba estaba completamente sola. Y por lo que me contaba Hans, era impensable que ella se filmase a si misma en el baño o mientras dormía.
Los miembros de das Kreis restaban importancia a aquel suceso. Seguramente no se tratase más que de un acosador, afirmaba constantemente Trismegistos. Sin embargo se equivocaba, pues bastaron 24 horas después de haber sido informado para que Luna apareciese muerta incrustada en una antena de televisión del edificio donde residía.

Ciertamente, como afirmaban algunos adeptos aquello podía tratarse de un hecho aislado, sin mayor trascendencia y se hubiera dado por una perturbación azarosa en el sistema. Nada más lejos de la realidad pues indiscriminadamente iban llegando a más y más vídeos con escenas cuyo contenido cada vez se tornaba más preocupante. Ya no se limitaban a ser discretas filmaciones de momentos de descuido de los integrantes del grupo, sino que las filmaciones contenían primeros planos y momentos donde las víctimas aparecían y conscientes y mirando a cámara. Lo peor de todo es que ellos no recordaban haber sido grabado en ninguno de aquellos lapsos temporales. Yo permanecía ajeno a estos incidentes ya que me distancié un poco del grupo y decidí centrarme en los estudios. Las investigaciones policiales en curso estaban paradas, las cintas no tenían ningún tipo de huella, las grabaciones no habían sido manipuladas. No había rastro de quien quiera que hubiera acometido aquella macabra empresa y las fuerzas del orden correspondiente estaban en blanco, sin un rumbo fijo ni objetivos concretos. Y mientras tanto las víctimas se iban sucediendo una tras otra. Tengo que hacer un gran acto de autocontrol para no perder los estribos rememorando estos sucesos tan escalofriantes, no sé cómo demonios conseguí mantener la calma y mi cabeza fría en todo momento. Supongo que es la magia de los exámenes finales y de los trabajos de fin de curso, que le dejan a uno demasiado exhausto para dedicar tiempo a la contemplación de otros menesteres.

El caso es que una buena mañana encontré una cinta de vídeo en el buzón. Llamé a Hans antes comenzar su visionado, ya que estaba muerto de miedo en aquel momento y él era posiblemente la única persona a quién pudiera confiarle aquello. Aún recuerdo cómo me temblaba el pulso y cómo el corazón parecía que me iba estallar el corazón e mil pedazos. No conseguí dar con él a pesar de mi insistencia.
Si hubiera abierto los periódicos en aquella época hubiera descubierto que la oleada de homicidios continuaba sobre la universidad y que se había extendido el pánico a raíz de la última víctima, un tal Hansel von Stauffen, que apareció desmembrada en multitud de lugares de la facultad de ciencias. Y sin duda, un detalle que me hubiera resultado relevante es que tanto su cabeza cómo su corazón aparecieron en el vestíbulo de la facultad donde llamamos al señor Tod.
No obstante estaba bastante ocupado estaba temblando de miedo contemplando una película protagonizada por mi mismo con breves tomas de algunas de las actividades que había desempeñado en las últimas semanas. Y contemplándome a mi mismo morir tras una caída desde la ventana de mi cuarto. Aquello no podía estar teniendo lugar, ¿verdad? ¿Cómo reaccionaría viéndose a uno mismo perecer tan estúpidamente?

martes, 1 de junio de 2010

Capítulo II: La Llamada

Por fin llegó el gran día. Hans les había hablado a los miembros de das Kreis de mis progresos en el ocultismo. Según sus propias palabras, “aprendía rápido para ser un novato”. Era halagador, así como una prueba de mi valía ya que después de todo el esfuerzo depositado en aquel desafío mi curiosidad se vería recompensada: conocería a los integrantes del grupo.

- Martes 21, a las 00.00 en el vestíbulo del anexo, quedaremos 10 minutos antes en la puerta de la facultad- una hora y un lugar, era todo lo que necesitaba saber. Aunque a esa hora ese lugar fuese prácticamente inaccesible, Hans me dijo que no me preocupara por nada.

A diferencia de mis expectativas, no hubo ceremonia de bienvenida, ni pronunciación de votos secretos ni nada místico o extravagante. Me decepcionó un poco, la verdad, pues Hans se limitó a proporcionarme una túnica y una máscara. Me dijo que a partir de ese instante, cuando llevase la máscara sería Aralim, el dirigente de la orden angelical de los tronos en la cábala judía. No sabría judgar si era un nombre adecuado, el caso es que sonaba bien y me mostré conforme con su decisión. La máscara en sí no era gran cosa, un antifaz de porcelana escasamente ornamentado y con un ala emplumada en cada extremo, acorde mi nuevo alter-ego. Una vez me hube enfundado en la túnica carmesí, bastante liviana y exquisitamente confeccionada, nos dirigimos al interior del edificio. Sorprendentemente estaba abierto.
Sólo se escuchaba el repiqueteo de la calefacción de la sala de máquinas. La enorme sala permanecía a oscuras salvo por los haces de la luz lunar que penetraban por la claraboya del vestíbulo: el firmamento estaba despejado aquella noche, aquella noche de luna llena, aquella noche fatal. Das Kreis estaba reunido, y sus integrantes –cerca de una treintena de destacados individuos ataviados con largas túnicas ceremoniales- aguardaban pacientemente, dispuestos formando un círculo perfecto. Hubiera sido imposible distinguirles aunque me lo hubiese propuesto, pues todos los allí presentes ocultábamos el rostro bajo una capucha y, por si aquello fuera poco, tras la máscara. Cada uno tenía la suya, conformando así la identidad del miembro dentro de das Kreis, pero asimismo desvinculándole de su mundana e inútil existencia terrenal. En aquella sala todos éramos únicos y a su vez no éramos nadie.

Uno de los encapuchados dio un paso al frente, enseñando su máscara a los demás presentes: un Oni o demonio japonés. Antiguamente eran utilizadas por los guerreros samuráis para infundir terror en sus enemigos. Más tarde me enteré de que su nombre en das Kreis era Dajjal, el anticristo musulmán. Una enorme bestia que se alzaría en el fin de los tiempos contra los enemigos de Alá. Espeluznante.

- Hermanos, hermanas- dijo ceremoniosamente con una voz masculina-. Hoy estamos aquí reunidos con un propósito: terminar con la vida humana sobre la faz de la Tierra. Los astros han convenido que zanjemos hoy este asunto, la humanidad no merece seguir viviendo.
- No estoy de acuerdo- replicó una voz femenina, dando un paso al frente la figura en el extremo opuesto del círculo a Dajjal. No necesité ver más que su máscara para conocer su nombre en clave: Luna-. Los humanos hemos podido cometer muchos errores, pero también son responsables de multitud de buenas obras y de creaciones magistrales. Puede que no a nivel político, puede que no en ese mar de corrupción que son las altas esferas, pero sí en los contextos cotidianos, en el día a día, los humanos somos capaces de obrar abnegadamente por los demás, incluso por los desconocidos. Obras como esas merecen un acto de fe.
- Los humanos no juegan ningún papel importante en las fuerzas naturales- prosiguió Dajjal haciendo caso omiso de la intervención de Luna-, de hecho no respetan las normas implícitas de ningún ecosistema. A diferencia de los demás animales no se adaptan al medio, adaptan el entorno a sus demandas, destruyendo las reservas y recursos naturales que poseen paulatinamente. Sólo hay un organismo que se extienda y destruya a la misma velocidad que los humanos: los virus. ¿Y que hacemos con los virus? Erradicarlos. Eso debemos hacer con los humanos.

Aquello me hizo plantearme entonces qué papel juega el hombre en la vida, en la naturaleza. Alguien me dijo una vez que somos la forma que tiene la naturaleza de experienciarse a si misma. Ningún otro organismo vivo realiza los análisis meta-cognitivos que nuestra especie ha realizado sobre el entorno en el que nos desenvolvemos. Puede que estemos terminando con ello progresivamente, es más, puede que la naturaleza se vengue de nuestra osadía… pero afortunadamente la naturaleza no es más que un constructo humano, una especie de divinidad inventada sobre la marcha para poder estudiar cómo funciona el mundo. La percepción de control que se tiene al hablar de la naturaleza como único factor desencadenante de distintos fenómenos es mucho mayor que si descomponemos el constructo de naturaleza en múltiples causas o fenómenos naturales –valga la redundancia. Nos gusta tener todo bajo control, por eso creemos tanto en la ciencia, porque es una disciplina a priori rigurosa y que controla las distintas variables. Es mucho más conciliador pensar en un sistema lineal y controlado que en uno caótico.
Por desgracia –o por fortuna-, la naturaleza, la vida, son sistemas caóticos, esto es: multicausales, con tantos factores determinantes de un mismo hecho que es imposible controlarlos todos. En estos sistemas es imposible predecir las consecuencias ya que todo esta relacionado con todo y una perturbación aleatoria y trivial puede tener consecuencias catastróficas, mientras que un desastre enorme en uno de los factores apenas puede tener impacto. Esto se conoce como efecto mariposa.
Sin embargo existe en los sistemas caóticos una fuerza, un atractor, que restaura el equilibrio de los mismos después de los disturbios que puedan producirse en el mismo. ¿Qué sucede con la Tierra? Que los humanos están atacando esos mecanismos reguladores, y poco a poco los desastres ocasionados por éstos podrían quedar sin equilibrarse, destruyendo el sistema y creando necesariamente uno nuevo donde, quién sabe, quizás no haya cabida para la especie humana. Quizás Dajjal tenga razón y los seres humanos merezcan la extinción.

Un prolongado silencio siguió a la intervención de Dajjal. Sólo Casandra se atrevió a romper la tensión imperante en el ambiente, con su voz delicada.

- ¿Y qué hay del amor?
- ¿El amor? No me hagas reír- replicó Dajjal-. Querrás decir el sexo, la función reproductiva. No es más que un patético intento de disfrazar la verdad con sensiblerías pseudo-trascendentales.
- No estoy de acuerdo – Luna volvió a tomar la palabra antes de que Dajjal empezase con uno de sus nuevos monólogos catastrofistas-. No hay nada más hermoso que amar y ser correspondido. El sexo sin amor es basura comparado con la plenitud de hacer el amor con tu pareja.
- Ya está aquí la sensiblera –intervino Hans, cuyo nombre en clave era Dumah, el ángel de la oscuridad-. Coincido con Dajjal, el amor no es más que un artefacto cultural fruto de la sociedad para enmascarar la función reproductiva. Existen diversos estudios antropológicos que describen las relaciones de los miembros de algunas tribus guineanas como acciones con fines únicamente reproductivos.
- Asumiendo que eso sea así, ¿Qué hay de la ciencia? –dijo un encapuchado mostrando su máscara que simulaba un yelmo griego, posiblemente ateniense. Curioso, si no estaba equivocado se trataba de una Atenea muy varonil. Aunque bien pensado, era una relación más que adecuada- Gracias a ella ha sido el posible el progreso, y gracias a ella podremos terminar con los síntomas que nos aquejan.
- ¿Es necesario que volvamos a discutir en esta sesión los problemas que plantea la ciencia? –cortó Dajjal de improvisto.
- ¿Y el arte? ¿Y la creatividad? - Caliope, con una máscara sonriente e inspiradora lanzó la pregunta al aire para, instante más tarde, responderla-. Los humanos son capaces de portentos prodigiosos, son capaces de crear de la nada casi cualquier cosa. Es una capacidad asombrosa gracias a la cual hemos podido evolucionar como especie y llegar hasta donde hemos llegado. No lo olvidéis.

Aunque pudiera parecer un mero espectador, cada argumento generaba en mí nuevas reflexiones, nuevos puntos de vista, nuevas alternativas. La creatividad, el arte… No sé por qué, pero ello me llevó a desconectar unos minutos del devenir de la conversación.
¿Qué es la creatividad? Aquella facultad humana gracias a la cual somos capaces de innovar y crear nuevos productos. ¿Qué es necesario para que un producto sea creativo? Bueno, aunque exista cierta controversia al respecto, yo me inclinaría por la versión de un producto es creativo cuando es original o innovador y valorado positivamente en su contexto de referencia. Puede que sea una postura algo relativista, pero es una definición funcional que permite establecer un criterio de demarcación entre las distintas producciones humanas. ¿Y el arte? ¿Es necesariamente creativo? Sí y no. Las obras de arte son creaciones humanas y además muy valoradas. Por ello puede decirse que sí, que son originales y valoradas en su contexto de referencia, por lo que necesariamente han de ser creativas. Aun así, hay artistas que triunfan no por la originalidad de sus productos, sino por las estrategias del mercado. Y es que nuestro contexto de referencia no puede separarse del financiero, porque todo aquello que se demanda (y es posible que no haya nada que se demande más que el arte, a excepción –claro está- de los productos básicos y de primera necesidad) es un negocio potencial susceptible de ser explotado. Evidentemente pienso en la música o algunos de los best Sellers más populares de la última década.
¿Qué es para mí el arte? Para mí, y concretamente hablando de la escritura, el arte ha consistido en un refugio al que evadirme y en el que, cual dios megalómano y maquiavélico, tenía el control de absolutamente todo lo que sucedía, algo que no pasa nunca en la vida real. Para mí era una salida, una vía de escape que gustosamente he podido retomar tras un par de años hibernando.

- Y tampoco desterremos al olvido al saber y al conocimiento. No podemos destruir ahora una obra que se viene representando desde hace milenios –apuntó un tal Trismegistos.
- Así no llegaremos a ninguna parte, tendremos que llamarle- apuntó Luna. Pero, ¿llamar a quién? Había vuelto justo en la parte más emocionante.
- Estoy de acuerdo, llamemos a Dyehuty- sentenció Dajjal. Dyehuty dios egipcio de del conocimiento, si mal no recuerdo.
- Conforme.
- Me parece bien.
- De acuerdo.
- Sea pues, el sabrá como proceder.

Lo que pasó a continuación… emprendimos un ritual para invocar a Dyehuty. No me siento capaz de evocar a mi memoria una vez más lo sucesos que llevamos a cabo, pues temo perder mi cordura en el intento. Después de tres intensas horas finalizamos.

Y nada sucedió.

Aquello había sido una burda escusa, una tomadura de pelo, una patraña. Definitivamente me habían tomado el pelo y yo había sido tan idiota de picar.

¿O no?

sábado, 29 de mayo de 2010

Capítulo I: La Invitación

¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué propósito? ¿Qué finalidad? ¿Sentimiento? Demasiadas preguntas para un primer día, pero así fueron disparadas, avasallándonos desde el primer momento de la entrada en escena. Una sucedía a la siguiente y las respuestas dadas por los distintos integrantes del nuevo grupo en el que me encontraba nunca bastaban para responsarlas. De hecho se quedaban bastante cortas en muchas ocasiones. No obstante, enseguida me empapé de este clima participativo y empecé a soltarme en clases, llegando incluso alguna vez a romper el hielo. Dado que en mi licenciatura no son habituales los debates en el aula y que las respuestas de estas clases a las preguntas de los profesores suelen tener un cariz descriptivo, que tiende a adecuarse a los contenidos de la materia, sin intenciones de trascender más allá o de fomentar la participación. Me resulta sorprendente ahora, a posteriori, que llegase a participar tan asiduamente en la asignatura. Me recordaba a mi mismo en los primeros cursos de la carrera, cuando todos debatíamos sobre nuestras concepciones implícitas de lo que era ésta o aquella otra cosa.

Pues bien, el sentido de la vida puede entenderse de múltiples maneras: como significado de la vida, a nivel ideotético o individual, es decir, como el valor de una vida de un ser vivo cualquiera y si, más concretamente, hablásemos de un ser humano, yo diría que el significado de la vida de esa persona es la consecución de unas metas que se plantea; entendiendo sentido como dirección, osease, ¿hacia dónde se dirige la vida? La respuesta es hacia organismos cada vez más y más complejos. Por último, como sentimiento, concibiendo el sentido como el sentir, ya sea emocional o perceptivamente. A pesar de que ahora pudiera parecer irrelevante, considero interesante detenerme brevemente en este punto para que pueda captarse cuál era realmente la dinámica de esta materia, pues ¿qué es la vida? ¿qué delimita la vida de la no vida? Esta pregunta no es baladí, ya que dependiendo de la respuesta pueden derivarse distintas implicaciones bastante serias. Parece prudente fijar el punto de corte en la célula, la unidad elemental de vida, gracias a la cual ha sido posible la evolución de la vida hacia sistemas, como decía antes, de mayor complejidad: desde las células procariotas y eucariotas hasta el propio planeta o el mismísimo universo, pasando por los seres humanos, las sociedades o los ecosistemas. Y en un sentido individual ¿qué sentido tiene la vida de una persona? Depende de los valores y motivos de ese sujeto. Podemos entendernos como meros sistemas de metas, con ciertas necesidades que tratamos, en mayor o menos medida y con distintos grados de éxito, de alcanzar. Somos, no obstante, mucho más, pero el significado de nuestras vidas dependerá del que queramos dotarle.
Sea como fuere, el sentido de la vida es vivirla a un nivel individual, disfrutarla a un nivel sentimental, y perpetuarse en un sentido direccional, continuar y permanecer en el tiempo.

A los pocos días de iniciar el curso, recibí una extraña carta anónima, sin remitente. El sobre estaba manuscrito con una letra bastante elegante y cuidada, de trazos suaves y delicados, nada que ver con el mensaje que en su interior la misiva transmitía:

Hemos estado observándote. Recibirás noticias nuestras próximamente. No hables de nosotros pues no existimos.

Atte. Das Kreis

Inquietante cuanto menos. Al principio pensé que se trataba de una simple broma de mal gusto, y le resté importancia. Sin embargo cuando empecé a indagar por Internet en seguida encontré multitud de explicaciones, cada una más turbadora y alarmante que la anterior. Kreis en alemán significa círculo, y es una palabra que se utiliza para designar a un grupo o sociedad de personas con intereses afines. El más famoso de todo pude considerarse Eranoskreis, una congregación secreta de sabios, científicos, investigadores y especialistas que se reúnen ocho días para tratar aspectos diversos de un mismo tema.
La verdad es que me gusta desempeñar el papel de aprendiz, así que la posibilidad de unirme a un círculo de eruditos me entusiasmaba. Pero no todas las versiones eran igual de optimistas. De hecho, en un blog de un supuesto ex-figurante de la asociación anterior, se critica que la temática de la que versan las últimas reuniones del grupo es de ocultismo y misticismo, una corriente contraria al espíritu crítico y científico con el que fue creada.

Semanas más tarde, un compañero de “el sentido de la vida” se acercó a mí con motivo de las distintas opiniones y puntos de vista que había expuesto y defendido en el aula. Me sorprendió bastante este suceso puesto que mis intervenciones no eran nada espectaculares, es más, tendían a pasar desapercibidas y a no llamar en exceso la atención. Se llamaba Hans von Stauffen, un chico de estatura media y complexión delgada, de rostro enjuto y cabellos castaños y coincidía conmigo en varios aspectos así como en algunas aficiones. Apenas cruzamos un par de frases me dijo que había despertado el interés de das Kreis y que si me veía con ganas, podía explicarme un poco más al respecto. Al principio me sobresalté considerablemente, no podía creerme que ese chico tuviera algo que ver con la misteriosa nota, hasta podía haber sido él quien me la enviase. A pesar de todo, conseguí mantener la compostura y acepté de buen grado su invitación, pues la curiosidad me corroía por dentro.

Resultó que das Kreis era un grupo clandestino dedicado principalmente a la contemplación de temas ocultistas. Era raro verme en aquella situación: yo, un escéptico consumado aceptando iniciarme en una especie de secta satánica. Tenía su gracia, desde luego. Actuaba más movido por indagar sobre todo aquello que porque creyese en ello realmente.
Hans me facilitó el acceso a varios libros sobre el tema, ya que hasta que no tuviese suficientes conocimientos sobre el objeto de estudio y contemplación de das Kreis no podía presentarme ante ellos. Tomos de magia negra, compendios de criaturas, invocación, poderes psíquicos… un montón de basura, pero en nada se diferenciaban de las novelas que solía leer ni de los libros de ciencia ficción que tanto me gustaban. Era como ser un personaje de todas aquellas novelas de mi adolescencia, el pupilo, el aprendiz.
Es sorprendente cómo algo tan habitual como la lectura de un libro pueda ser percibido como un acto tan íntimo. A menudo me he visto asalto por este pensamiento cuando veo leer a otras personas novelas que he leído hace un tiempo. A veces, la relación mantenida con la historia llega a un nivel tan profundo, es capaz de marcarte tanto que se hacer extraño ver a otras personas pasar por ello.

Mientras el mundo se veía inmerso en una triple crisis (financiera, medioambiental y de valores), yo me sumergía cada vez más y más en el mundo de lo oculto lo espiritual. Llegamos a tratar estos aspectos en clase por encima, empezando por la más superficial de todas ellas: la económica. La problemática está servida cuando el ritmo del desarrollo actual de las grandes potencias económicas y de las emergentes requiere de una explotación de recursos muy superior a la cantidad de la que dispone el planeta. ¿Por qué no cambiamos? La respuesta con la que nos encontramos nos arrastra a la segunda de la crisis, la de valores: porque cambiar el consumo global implica cambiar el individual, renunciando así a una calidad de vida y a al comodidad de occidente y ello es algo que no todo el mundo está dispuesto a asumir. Existen posturas y planteamientos económicos alternativos que se proponen terminar con este problema, como el decrecimiento. Este sistema postula una reducción de la calidad de vida en los países enriquecidos y un crecimiento moderado en los empobrecidos, de manera que podamos sobrevivir de acuerdo a los recursos disponibles. No obstante, este tipo de propuestas enseguida son tildadas de utópicas y, pese a que es una alternativa viable, los gobiernos locales tienden a desecharlas con preocupante facilidad pues se preocupan más de los problemas a corto plazo, que pueden granjearles el apoyo del electorado, que lo más remotos en el tiempo.
No sé cuál es la solución, pero está claro que seguir sin hacer nada no va hacer más que incrementar el problema medio ambiental que nos acompaña desde hacer ya varias décadas. También se ha dado una gran controversia en este punto, ya que se asume dogmáticamente la existencia del problema cuando científicamente no hay un consenso y más de una teoría que lo niega. Es preocupante la poca difusión de estas teorías y del rechazo social que pueden llegar a producir esgrimirlas en según qué foro. Sea como fuere, seguir con este ritmo de consumo no sólo puede acentuar el cambio climático –exista o no realmente- sino que terminará con los recursos naturales, suceso que podría terminar con la vida, y su sentido.

La ciencia se ha convertido en el nuevo dogma, la nueva religión. Hemos cambiado el “amén” por el “científicamente probado”. La ciencia no sólo se ha puesto junto al estado y acomodado a sus demandas, sino que es además la herramienta utilizada por las empresas para aumentar las ventas de sus productos y contrastar empíricamente su eficacia –si pasar una encuesta a veinte mujeres sobre si les gusta un bálsamo hidratante es el empleo riguroso del método científico. Se me antoja paradójico que la forma de conocer más crítica que disponemos se haya convertido en una herramienta prescriptiva cuyos designios son incognoscibles.
¿Y todo para qué? Para aumentar los ingresos, por la historia de siempre: el dinero. ¿Y qué es el dinero? La base de nuestro sistema financiero (en crisis), una divisa que no dispone de un respaldo material. Hace un siglo, el dinero estaba respaldado por las reservas en oro de cada Estado. Sin embargo llegó un punto en el que no era suficiente. Debido a los procesos de enredamiento del Estado con las entidades bancarias, proceso mediante el cual se crea el dinero, tuvo que abandonarse las reservas de oro y emplearse el soporte informático para respaldarlo, el mundo virtual. Por lo tanto el dinero no existe físicamente, es fe de los consumidores en el sistema. ¡Compramos los bienes y servicios con fe en un sistema autodestructivo!

Si hubiera estado atento en lo que sucedía ahí fuera, ciertamente podría haber aprendido algo de utilidad. Pero los libros de Hans me tenían completa y absolutamente absorbido. Por un lado, me resultaba increíble que alguien pudiese haber escrito todas esas patrañas en serio y, por el otro, me fascinaba la forma de abordar de los distintos autores los temas. Si bien en algunos textos los argumentos de los autores eran infantiles y los razonamientos disparatados, otros se mostraban prudentes y exponían coherente las virtudes y las limitaciones de su modelo teórico, algo encomiable habida de los temas sobre los que versan.

jueves, 27 de mayo de 2010

Capítulo 0: Introducción

“Un trabajo que, ante todo, sea personal”.

Muy bien… algo personal, ¿pero el qué? ¿¡Diantres, el qué!?
De esta guisa empezamos, con el primero de los folios en blanco y sin una idea definida de por dónde comenzar. Son muchos los días que llevo dándole vueltas al respecto y estoy igual que al principio, con una salvedad: sin tiempo. El sentido de la vida… un gran título, ¿verdad? Parece abarcarlo todo, de hecho son muchos aspectos los que bajo este epígrafe, de un modo u otro, pueden terminar tocándose. Tanto es así que al final no tendríamos nada, pues en diez páginas sólo podrían glosarse brevemente varios temas sin apenas profundizar en los mismos.
Es algo tan metafísico y a la vez tan concreto, algo armonioso y a la vez polémico. En una palabra: contradictorio. Y no se lea contradictorio con connotaciones negativas o como algo incongruente, nada más allá de la verdad. Léase como una perspectiva holística donde hay cabida a todo tipo de concepciones y, por tanto, a la discusión y a la contradicción entre las distintas versiones de los hechos. La Vida no merece menos.

¿Pero qué clase de introducción es esta?

Por favor, caballero, o señora, o señorita, permítanme presentarme: mi nombre es Janus Feuerstern, narrador irrespetuoso. Le ruego que me disculpe y me deje empezar desde el principio porque es una buena historia. O bueno, al menos es entretenida… Eso espero, nunca se me dieron del todo bien estas cosas.

Veamos, todo comienza en la universidad cuando, indeciso ante la multitud de posibilidades que ofrece el sistema académico vigente, me vi en la tesitura de elegir entre un amplio espectro de posibilidades para cursar créditos y quitarme unos cuantos de encima. Así funciona nuestro sistema universitario y, por desgracia, así somos los estudiantes: pensando en la alternativa que cueste menos esfuerzo para pasar al siguiente curso. Es un poco lamentable, pues la tendencia general es pensar más en cómo superar el examen de turno en lugar de reflexionar sobre los contenidos que se imparten en los contextos académicos.
En mi caso, menos esfuerzo se refiere a asignaturas que puedan resultarme de interés, pues a la hora de examinarme de ellas el estudio se hace mucho más ameno y hasta es posible que aprenda algo, que es de lo que se trata al fin y al cabo. Y fue justo entonces cuando reparé en una asignatura en particular: “el sentido de la vida”. Conociéndome, aquella materia me iba a gustar, ¿qué sentido tiene mi existencia? Es una muy buena pregunta y aunque seguramente los aspectos a tratar en aquella clase distasen mucho de responder a esta cuestión, siempre es divertido divagar y pensar sobre elementos a priori tan metafísicos. Era posible que me llevase una decepción, pero si no lo intentaba nunca llegaría saberlo.
Seguramente se preguntará qué tiene esto que ver con aquella historia tan fantástica y fabulosa que le prometí al principio… No se preocupe, tenga paciencia pues aunque pueda parecer algo trivial, este fue el primer hecho que marcó el rumbo de los acontecimientos que aquí trato de plasmar.

martes, 25 de mayo de 2010

Te propongo un desafío: Bandeja de Entrada

Imagínate que estas en un proceso de selección de personal para un puesto al que denominaremos "investigador" (ya sea perodista, psicólogo criminalista, detective, juez,...) y que de repente, después de varias entrevistas y multitud de tests, te plantan delante el documento siguiente. Parece tedioso, qué pereza leerse todo eso. Por eso mismo, sin en algún momento te aburre la trama, eres completamente libre de dejarlo ;).

Si te animas a tratar de resolverlo, deja tu respuesta como comentario y te comentaré cómo está.

Instrucciones:

Durante esta sesión usted deberá ponerse en la piel de Mike Anderson, un psicólogo criminalista del departamento de policía de Texas al que se le ha encomendado la resolución de un reciente caso. La información con los detalles que pueden serle útiles está en su correo electrónico. Tras leer esta información que irá recibiendo a su bandeja de entrada y desde diversas direcciones de correo electrónico relacionadas con el mencionado caso, usted deberá elaborar un plan de acción o informe que tendrá que entregar al finalizar el tiempo límite de 2 horas y que contendrá un informe sobre la situación y un posible plan de actuación que usted llevaría a cabo, plan cuyos pasos deberán ser tanto explicados en detalle como justificados. Suerte en la tarea.

Planteamiento:

De: Janus Haufman, jefe del departamento de policía de Texas.

Buenas noches, señor Anderson.

Ha desaparecido una joven periodista, Jesse Bloom, hará algo menos de 8 horas. Ya sabe que normalmente esperamos a las 48 para proceder con las investigaciones sobre desapariciones, pero me temo que este es un caso especial pues hasta el mismísimo gobernador nos ha presionado para comenzar su búsqueda de inmediato. Es imperativo que de con ella con la mayor celeridad posible pues es probable que estemos ante un posible intento de asesinato.
Necesitamos que proceda con la investigación enseguida y que nos envíe un informe con sus conclusiones en menos de 120 minutos.

Saludos, Janus Haufman.


De: Theodor Johnson, editor jefe de la prestigiosa revista “Casos de Actualidad”.

Gracias a Dios que han aceptado nuestra petición. Estamos muy preocupados en la oficina por la buena de Jesse. Me alegra poder colaborar con fuentes policiales, sepa usted que estamos aquí para lo que sea necesario.
Sobre Jesse, era una de las periodistas con más renombre de nuestra casa, aunque su reputación se haya puesto en entredicho últimamente por motivos que no vienen al caso. La revista la envió a Texas para la realización de una entrevista al convicto que será ejecutado mañana mismo: Daniel Grey, un asesino y un violador. Nuestra preocupación por Jesse es doble puesto que Daniel se había negado a hablar con las prensa hasta que su abogado nos mandó una carta en la que Grey accedía a ser entrevistado por Jesse pero sólo por ella, quien por su parte se entrega con demasiada pasión al trabajo.
Comprenda nuestro desasosiego con esta situación, más allá de cómo pueda afectar esto a la revista, por la inquietud que levanta el caso de Daniel Grey. Tememos que Jesse haya podido verse envuelta en alguna trama de este caso y por ello haya desaparecido.

Si necesita algo más no dude en hacérnoslo saber. Muchas Gracias.


De: Zack Crowley, asistente de Jesse Bloom.

Doro (el nombre de pila del jefe de la revista) me ha dicho que me ponga en contacto con usted, que está a cargo de la investigación sobre Jesse y eso… Bueno, lo primero es presentarme, soy Zack Crowley y la revista me envió para ayudar a Jesse con todo lo que me fuese posible. Aunque en realidad yo creo que me encasquetaron como petate, ya que debido al incidente de la pedofilia de Jesse necesitaba a un hombre que la acompañase y poder acceder a la penitenciaría de Ellis sin problemas, ya sabe que los tejanos son muy estrechos de miras (sin ánimo de ofender, ya sabe). En fin, el caso es que allí estábamos los dos, en una trepidante aventura para desentrañar el misterio de Daniel Grey.
Y sí, misterio porque aunque se haya dictado una sentencia, creo que el juez Zimmer no ha podido estar más equivocado en toda su vida. El asesinato de Temperance Hadley, compañera de Daniel en el Death Watch –una organización contraria a la pena capital de este Estado- fue demasiado chapucero… Ese tío fue un importante intelectual, primero de su clase en Harvard, con trabajo a los 27 años recién salido de la facultad, dos libros publicados, y aún podría seguir… Es un semental académico y un ferviente liberal. Tío, matar así a una persona… no encaja con alguien como Grey.
Pero Jesse permanecía impertérrita, convencida a no dejarse llevar y con pretensiones de hallar la verdad sobre el caso. Ya lo había hecho antes, y tenía la intención de hacerlo ahora.
La revista nos había dado tres días para hablar con Grey, dos horas cada día, de tres a cinco de la tarde. Jesse no me dejó quedarme ni una maldita vez a su entrevista con Daniel, aunque lo que me contaba sobre el caso era sobrecogedor. Le anexo las anotaciones de Jesse sobre el caso al final del mail para que se haga una idea, agente.
Bueno… el caso es que Jesse desapareció después de realizar la segunda entrevista a Grey. Nos reunimos a las cinco y cuarto y nos fuimos a Dallas a recoger el pago para el abogado de Grey y cuando llegamos al hotel, ella se fue al baño. Y bueno, desapareció. Así, sin más. Se metió en el baño de la recepción después de darme la llave de nuestras habitaciones y no volvió. Al cabo de unos diez minutos fui a buscarla y no había ni rastro de ella. Esto es muy extraño ya que la prioridad de Jesse era el artículo… No me explico como pudo desaparecer así a no ser que alguien la forzara a ello, ya me entiende. Sucedió sobre las 8 ó 9 de la tarde, no recuero bien… el caso es que no volví a verla desde entonces y es por ello por lo que me puse en contacto con ustedes y la revista.

En fin, todo esto es desesperante. Por favor, encuentre a Jesse… nos vamos a quedar sin la tercera entrevista y pronto ejecutarán a Daniel Grey. Y dioses, espero que no le haya pasado nada.


Archivo adjunto:
Cuaderno de Anotaciones de Jesse Bloom

DÍA 0—Camino a Texas (previo al inicio de la entrevista).

20.03 p.m.

Daniel Grey me ha elegido, me ha elegido a mí. ¿Por qué a mí? No dejo de preguntármelo… Lo cierto es que cuando finalmente he convencido al machista de Johnson para que me permitiera entrevistar a Grey durante los siguientes tres días, he sentido un escalofrío que integraba miedo y entusiasmo con un toque de empatía.
Eso sí; todo tendrá que ser bajo la atenta mirada acompañante del maldito Meritorio… Bárbara tiene razón; esto es trato discriminatorio. ¿Desde cuándo una periodista tiene que ir acompañada a prisión por un HOMBRE, sólo por ser etiquetada como” atractiva” por su jefe? “Se suavizaría con la presencia de un hombre”, dijo Johnson… ¡Já!

22.15 p.m.

Genial. Durante los próximos tres días no sólo haré de periodista, psicóloga y oyente de un asesino en serie sino que también me veo en la obligación de hacer de canguro. Resulta que (y no me pilla por sorpresa) Zack, mi Meritorio, es un criajo sabelotodo de veinte años al que tendré que cambiar los pañales y dar papillitas de cereales…
Hoy hemos llegado a Houston y, por el camino, hemos estado hablando acerca de las pruebas. El ADN de Grey estaba por todas partes. Su semen estaba dentro de ella. Se le vio salir de su casa, sus huellas estaban por toda la cocina… había una en la bolsa que amordazaba la boca de la víctima. El meritorio tocahuevos dice que media huella, para justificarlo. Para mí es suficiente. Estoy segura de que es culpable. Zack piensa que quizá Grey tocó la bolsa antes de que ésta fuera el arma homicida. ¡Já! Ingenuo… Ya lo dije, un bebé. Que a él le encante tocar bolsas de basura no significa que todos seamos unos tocones de plásticos domésticos que vayamos por el mundo acariciándolas. Zack piensa que quizá la bolsa estuviera en la encimera o en un sitio parecido… insisto, me alegro de que al menos sea periodista porque como investigador policial no tiene ningún tipo de futuro. Grey merece morir, y punto. El hecho de que Grey sea un importante intelectual, el primero de su clase e Harvard, Becario de Rhodes, con trabajo a los 27 y dos libros publicados no me hace cambiar de idea. Zack dice que al ser un ferviente liberal es muy poco probable que se trate de un asesino en serie. De verdad, no imaginé que aguantar a un becario pudiese resultar tan pesado. Me revienta que piense que es periodista… Mientras nos dirigíamos a Houston hemos tenido que parar por problemas en el coche; olía raro y hemos pensado que quizá no sería aconsejable seguir adelante sin antes supervisar el estado del automóvil. Hemos parado en un área de servicio para llamar al Servicio de Asistencia en carretera; como el bebé se meaba, me ha dejado sola en la carretera en medio de la noche (como buen meritorio protector de pobres mujeres periodistas indefensas). Esto no habría tenido la menor importancia, de no ser porque de pronto ha aparecido una camioneta con un señor con gorro de cowboy dentro. Ha parado. Nos ha mirado detenidamente durante unos segundos y ha seguido adelante.

PRIMER DÍA

09.15 a.m.

Hoy, el bebé pequeño que hace pis en medio de la carretera por las noches y toca bolsas de plástico y yo hemos estado desayunando en un Motel recóndito de Texas. Cuando he llegado, Zack estaba leyendo (además de fumando; me revienta que la gente fume tan temprano) un libro de Grey: “Agotamiento dialógico”. Zack dice que es un genio. Tras desayunar, y aconsejarle a Zack que nunca coma donde los menús tengan fotos de la comida, disponíamos de cinco horas y media para visitar a Grey en la cárcel de Dallas. Aunque, bueno, antes de ello Zack me ha propuesto ir a Austin a comprobar la escena del crimen y así obtener información para nuestro artículo. ¡NUESTRO artículo, dice! No es nuestro artículo. Es MI artículo. Y no es un artículo, es una entrevista. MI entrevista. No le he dejado presenciar mis entrevistas; tan sólo he permitido que me acompañara a Ellis por aquello de que soy una mujer joven y atractiva. Después, le he mandado a buscar un restaurante decente.

Pero bueno, a lo que iba. Cuando nos dirigíamos a la Unidad de Ellis del Departamento Penitenciario de Texas, hemos visto por el camino más iglesias (y cárceles) que Sturbucks, algo muy característico del sur ultraprotestante. El lugar era frío y estaba hipervigilado. ¿Sus tres preocupaciones? Seguridad, seguridad, seguridad. Hemos tenido que atravesar unas cinco puertas con la ayuda de nuestro carnet identificativo electrónico y todo el recinto estaba flanqueado por una red de espino.
Nada más llegar, hemos hablado con Duve Roger, director de la Unidad de Ellis, hogar de todos los condenados antes de que les llegue su hora: el corredor de la muerte. A pocos les conmutan la pena, por lo que la mayoría de ellos suelen ser ejecutados. El imbécil nos ha preguntado si llevábamos armas. ¿De verdad pensaba que si las llevara iba a decírselo? Además, es imposible… hemos pasado más controles de seguridad que en el Aeropuerto de Nueva York. También tienen reglas contra llevar gran cantidad de dinero y contra los zapatos tipo sandalia. ¿Que por qué? Porque por lo visto, ponen a mil a los internos. Según el director, si pasara algo desagradable, deberíamos quedarnos donde estamos (¿incluso si me están quemando viva?) hasta recibir instrucciones de los excelentes funcionarios de la Unidad. Todo lo que comentásemos sería escuchado, hasta el punto en que cualquier mención sobre alguna actividad delictiva por nuestra parte podría ser considerada a posteriori como prueba.

Una vez nos despedimos del cretino del director, entramos al área de visitas, lugar en el que se encontraba el otro cretino del escenario: Daniel Grey. No obstante, estaba acompañado de su irónico a la par que desagradable abogado. Éste me invitó a sentarme y… en fin, según giré la cara hacia la reja me topé con el rostro de un hombre moreno de mediana estatura cuyos ojos no paraban de clavarse en los míos: Daniel Grey. Sin titubear, me miró me soltó un contundente: Hola. Yo, después de examinarle de arriba abajo durante un eterno milisegundo, le devolví el saludo y sonreí. Al levantarse para saludar, un funcionario le ordenó que se sentara por megafonía.
Una vez acordado el número de sesiones con el abogado, así como una vez restablecida la condición que contemplaba que debía deshacerme (gustosamente) de mi becario, tomé asiento estando ya a solas en la sala con Grey. El abogado, antes de irse, me advirtió de que no me estaba permitido registrar el testimonio de Grey mediante grabaciones.
Grey me invitó a tomar asiento. Con el objetivo de romper el hielo, le comenté que menudo personaje tenía por abogado. Grey me comentó que su abogado suponía el único contacto con el exterior, además de un buen amigo. Al preguntarle acerca de su ex mujer y su hijo, se molestó bastante y me advirtió que no me iba a permitir que le hiciera preguntas sobre ellos, ya que no formaban parte de la oferta o trato acordado. Tras sorprenderme con su asertividad, le hice saber que toda aquella información extraoficial que decidiera comentarme me la llevaría a la tumba. No mentía. Vamos, que no es que lo hiciera tan sólo por ganarme su confianza ya desde la primera impresión. Me sorprende que, a pesar de todo, su rostro aún guardara una expresión pseudosonriente y que aún le quedaran ganas para reírme las bromitas estúpidas que le fui soltando a lo largo de la entrevista (como si mi boli se consideraba equipo de grabación). La verdad es que ninguno de los dos sabíamos cómo empezar. Ante el ambiente de indecisión, aproveché para iniciar la entrevista preguntándole qué diantres estaba haciendo yo allí. Grey no dejó de sorprenderme y me respondió que nadie que le observe a través de ese cristal ve una persona, sino un crimen. Incluida yo.
Dijo que, para mí, no es Daniel Grey sino un violador y asesino en serie a falta de cuatro días de su ejecución. Me confesó que la razón de que yo estuviera allí es que se le recuerde tanto por cómo vivió y qué decisiones tomó como por la forma en que murió. De acuerdo, ¿pero por qué yo? Su respuesta tan sólo fue que por qué no, aunque después me aclaró que el hecho de que en su día yo también estuviera en rejas por lo del caso de aquel artículo de abusos a menores en el que protegí a las fuentes (aunque fueran la escoria del porno; una profesional es una profesional) también había contribuido un poco a que se decantara por mí.
Grey me avisó de que la historia que tenía que contarme iba a ser dura. “No va a serle fácil”, dijo. Comenzó contándome cómo llegó a dirigir el Departamento de Filosofía de la Unidad de Austin. Me habló de sus clases magistrales de filosofía en las que hablaba de temas como la fantasía y de una alumna que insistía en seducirle para aprobar la asignatura: África. En una ocasión incluso entró en clase para informarle de que haría LO QUE FUERA por aprobar. Grey se había resistido en numerosas ocasiones a sus jueguecitos, a pesar de que la joven era muy atractiva y de que la relación con su esposa iba de mal en peor (por lo visto, ésta no hacía más que visitar Barcelona cada fin de semana “por motivos de trabajo”). Y justo en ese momento fue cuando Grey me habló por primera vez de su compañera de Universidad y de Death Watch, Temperance Hadley, una mujer de unos cuarenta con la que guardaba una estrechísima relación. Ambos trabajaban contra la Pena de Muerte y habían estado planificando durante mucho tiempo cuál sería el guión y estrategias a seguir a la hora de poner en práctica la entrevista-debate que le había sido concedida a Grey con el Gobernador de Texas para tratar este asunto por el que tanto se entregaban ambos (lo que, por otra parte, resulta paradójico teniendo en cuenta que hoy día es Grey el que se encuentra condenado a muerte, ¿no?).

Grey me habló de la fiesta universitaria a la que acudió justo la noche antes de la entrevista con el Gobernador, fiesta a la que acudieron muchos de los profesores y alumnos de la Universidad de Austin. Justo ese mismo día, África había sido expulsada como consecuencia de su pésimo rendimiento ya alargado en el tiempo, por lo que ésta aprovechó que ya no era una alumna de Grey para seducirlo de nuevo y que éste cediera a sus encantos. Tras beber mucho alcohol, contar chistes en grupo, reír y cantar, África arrinconó al profesor Grey en un baño y le encerró con el objetivo de mantener una relación sexual con él, no sin antes pedirle que no le rechazara. Grey cedió (por lo visto, gustosamente). África le pidió explícitamente que le arrancara su ropa interior y le arañara fuerte y le mordiera el hombro, además de solicitarle que la relación fuese agresiva. Dos días después, África denunció a Grey por violación. La policía de Austin le detuvo a la salida de la entrevista. La entrevista con el gobernador fue un desastre, ya que Grey no pudo controlar su ira e hizo comentarios de lo más irónicos y ofensivos en directo. Temperance Hadley se cabreó con él, alegando que gracias a su inoportuna intervención la imagen de la organización Death Watch a la que ambos pertenecían iba a verse tremendamente resentida.
África tenía mordeduras suyas, moretones, tenía la ropa desgarrada y encontraron piel suya bajo sus uñas. En fin, que sólo podía parecer una violación. Luego África retiró los cargos y se fue de la ciudad, haciendo que Grey pareciera culpable y que ella no podría soportar un juicio. Su esposa tuvo que leerlo todo mientras esperaba en el aeropuerto preguntándose por qué Grey no estaba allí para recogerla. A las dos semanas salió en libertad bajo fianza. Le pregunté por qué cree que África hizo una cosa así. Grey respondió que para burlarse de la autoridad, para demostrar a los que mandan que era más lista que ellos o… la venganza de la estudiante.
No lo tenía muy claro, pero su testimonio me estremeció. Le pregunté si conocía el paradero de África. Me respondió que no, pero que tras un tiempo le envió una postal desde San Francisco en la que firmó como “La estudiante que haría lo que fuera”. Además de eso, escribió: “Lo siento más de lo que imagina”. Tras comentarme todo aquello, se nos acabó el tiempo.
Posteriormente, hablando con Zack me di cuenta de que a pesar de todo yo aún seguía creyendo que era culpable. Tres tribunales le declararon culpable: aunque soy de las que cree que la verdad no existe, lo cierto es que ese punto de vista me vale. Hoy por la noche hemos vuelto a ver al cowboy del furgón.

SEGUNDO DÍA.

Esta mañana, antes de ver de nuevo a Grey, el mocoso y yo hemos ido a ver el Museo de la Muerte de Daniel Grey a un chalet en cuya entrada había un cartel que decía: ¡Vean dónde ocurrió! Nos abrió la puerta una adolescente loca que, a juzgar por su aspecto, podría ser perfectamente la prima de Marilyn Manson. Nos cobró 30 pavos a cada uno y nos mostró una recreación del crimen. La prueba número uno era el whisky: por lo visto, Daniel le daba al frasco. La prueba número dos era un trípode con el que se supone que Daniel había grabado el crimen; no obstante, nunca se encontraron ni vídeos, ni cámara, ni fotos, ni nada. Por lo visto, el hombre encargado de leer el contador testificó haber encontrado a la mujer totalmente desnuda en el suelo de la cocina. Grey la esposó, la amordazó y le puso una bolsa en la cabeza para que se asfixiara (o, al menos eso nos contó nuestra guía profesional). Usó unos guantes de goma para no dejar huellas. Encontraron pegamento del precinto en ellos. Otras pruebas eran la cinta aislante y unas esposas. La chica nos contó además que encontraron la llave de las esposas en el estómago de la víctima: la obligó a tragárselas antes de asfixiarla.

Cuando nos hemos ido, Zack y yo comimos en un restaurante donde volvimos a ver al cowboy del área de servicio, o al menos era la misma camioneta.
En mi siguiente entrevista con Grey, éste me confesó algo extraoficial (algo que, por otra parte, yo ya sabía): Temperance había sido asesinada por el método “Securitas”: te esposan, te obligan a tragarte la llave, te amordazan, te ponen una bolsa en la cabeza y te dejan ahí para que te asfixies. Murió sabiendo que la llave de su libertad estaba dentro de ella. Grey confesó que el problema de todo esto es que una vez mencionó este método en uno de sus artículos, lo cual le implicaba aún más en el asunto. La acusación nunca lo supo. Le pregunté si le estaban incriminando… “Es más que eso”, respondió. Grey me comentó que, en la escena del crimen, había un trípode orientado hacia ella. Me informó de que el trípode no tenía ninguna huella, lo que según él significa que alguien lo llevó hasta allí, lo limpió, lo montó bien y lo dejó. ¿Por qué? Es como si quisieran que él supiera que ahí fuera, en alguna parte, hay una grabación completa de todo lo que pasó aquel día, como si quisieran que muriera sabiendo que la llave de su libertad está ahí fuera, en alguna parte. Le sugerí que puede que esté paranoico, a lo que me respondió enfadado que él era quien más luchaba ahí fuera por abolir la pena de muerte de este país y… mírenle dónde está. ¿Acaso no resulta extraño? Le pregunté, algo atónita, si tenía alguna idea de quiénes podrían ser “ellos”. Me respondió que no, pero que hay alguien trabajando en el tema, una persona que intentaba demostrar su inocencia. Le pregunté si su abogado había contratado a un detective, a lo que ofreció una respuesta negativa. Me dijo que se refería a una periodista.
Yo. ¿Quería que yo me hiciera cargo de la investigación? “Ella tiene que ayudarme”, dijo. “Usted sabe que soy inocente”. Tan sólo pude responderle: “No. No lo sé”.
Grey me contó que, tras lo de la denuncia por violación, su mujer le pidió el divorcio, justificándose mediante el tópico “Es mejor para todos”. Dijo que vendería la casa y que tendrían que hablar acerca de la cuestión de la custodia. A partir de entonces, Grey comenzó a beber a menudo. Además, sus compañeros de trabajo votaron para echarle. Temperance votó a favor de que se quedara, aunque contra sus principios. A partir de ahí, Grey pensaba cada día que había tocado fondo. Pero siempre podía irle peor. Siempre.
Grey trató de recuperar su trabajo, pero si le contrataran de nuevo, a ojos del Consejo rector, de los ex alumnos y de cada novato con oído para los cotilleos, estarían contratando a un violador. Algo así fue lo que le dijeron para no volver a readmitirlo. Aunque Grey alegó que retiraron los cargos, el superior contra argumentó esta afirmación señalando que la gente podría decir que simplemente Grey tuvo un buen abogado. Grey insistió e intentó hacer ver que era inocente, pero le consideraron políticamente incorrecto. Y punto.
A partir de ahí, Grey se emborrachaba cada noche. Muchas veces deambulaba por la calle hablando solo acerca de los trapos sucios de Sócrates y Platón. Trató de contactar con su hijo en numerosas ocasiones, pero le fue imposible. Comunicaba. Volvía a llamar. Comunicaba de nuevo. Llamaba… bebía. Llamaba… bebía. Lloraba. Su mujer le había denegado el acceso a la comunicación con su hijo. Su propio abogado le recomendó que completara con éxito un programa de desintoxicación del alcohol si es que quería poder volver a hacer visitas al niño. Asimismo, su abogado le advirtió que si su esposa convencía al tribunal de que Grey no era una buena influencia para él, probablemente no volvería a verlo nunca más. Daniel me dijo que pensó en ir a buscar a su hijo, pero el abogado le quitó la idea de la cabeza. Le pidió que arreglara su vida como fuera. Daniel decidió acudir a una Asociación de Alcohólicos Rehabilitados, además de emprender la búsqueda de un nuevo trabajo. Consiguió que le contrataran en la cafetería Radio Stead. Después Grey me contó que, tras mucho tiempo sin ver a Temperance, fue a visitarla a su casa. Allí, ella le habló del caso de una joven menor, de color, a la que habían condenado a muerte por matar a un poli. Temperance, aferrándose a los 16 años de la menor, se propuso reivindicar la situación para tratar de evitar que la ejecutaran. Daniel accedió a ayudarla. Un día, Grey fue a ver a Temperance a la sede de Death Watch. Por el camino, se encontró a una ex alumna que, al verle, subió la ventanilla del coche, cerró los seguros y arrancó inmediatamente. Además de esto, al entrar en la sede de Death Watch escuchó a Temperance Hadley hablando con el director nacional. La conversación telefónica se estaba produciendo a través del manos libres, por lo que Daniel escuchó como éste informaba a la señorita Hadley de que la relación del profesor con Death Watch había terminado, ya que lo último que necesitaban es que ese asunto de la violación les ensuciara la reputación. El director incluso prohibió la entrada de Daniel al local. Éste, viendo que la situación se le estaba yendo de las manos, huyó y se pasó los siguientes ocho días bebiendo de nuevo y tratando de contactar con su hijo. Un día lo logró, aunque éste (o su madre) terminó por cortar la llamada. Daniel me contó que a esas alturas ya era incapaz de levantar cabeza. Un día se emborrachó tanto que durmió en la puerta de la casa de Temperance. Ella le encontró tirado en el jardín. Recuerda bien ese día porque la señorita Hadley, de pronto, se desmayó. Grey tuvo que llevarla al hospital. Allí le informaron de que Temperance tenía leucemia. El enfermero supo quién era. Todos sabían quién era. Daniel sólo deseaba ser un personaje anónimo de nuevo. Dios, Temperance tenía leucemia. Debió ser muy duro para Daniel enterarse de ese modo.
Él me dijo que, en ese momento, se sintió el hombre más egoísta del mundo, ya que cuando le dijeron que su compañera se moría se enfadó tanto con ella… Pensó: “¿cómo puedes hacerme esto?”. Daniel decía que ella sabía perfectamente cuánto le costaba necesitar a otra persona y, sin embargo… iba a morirse. Le preguntó por qué no se lo había dicho. Por lo visto, Temperance le dijo que estaba muy ocupada. Daniel dijo que supone que, como a ella le perseguía la muerte, sólo quería ayudar a los demás a evitarla. Eso fue lo que hizo con su vida. “Temperance dejó este mundo mucho mejor de lo que se lo encontró”, me confesó entre lágrimas. Algo dificilísimo. El tiempo, de nuevo, volvió a agotarse. La sesión de hoy ha sido intensísima.

Ya fuera de la Unidad de Ellis, por la noche, Zack y yo hemos ido a Houston a recoger el dinero del pago al abogado de Grey por la entrevista. La luz de la temperatura del coche se ha encendido dos veces. Estoy harta de este cacharro, pero no tengo tiempo de arreglarlo. Medio millón de pavos pesan más de lo que parece, aunque realmente… sólo es dinero. Ya bien entrada la noche, cuando hemos llegado al hotel, llovía a cántaros. Ha ocurrido algo terrible. Esta información es absolutamente confidencial así que espero que jamás nadie pueda llegar a leerlo (sí, lo sé, quizá no sea muy apropiado escribir secretos en papeles que luego dejaré en cualquier lugar de la oficina, pero…). Le he hecho prometer al mocoso que no diría nada, por su bien. El caso es que, cuando hemos entrado en la habitación del motel de Houston, la puerta estaba abierta. Al entrar, hemos encontrado una cinta VHS colgada del techo de la habitación, como si alguien la hubiese puesto ahí especial y cuidadosamente colocada para nosotros. He pasado miedo, pero le he echado agallas y, tras comprobar que no había nadie dentro de la habitación, le he pedido a Zack que fuera a por un reproductor de VHS a algún lugar cercano al motel. En la cinta ponía: “Para Jesse Bloom”. No hemos llamado a la poli. Me parecía estúpido. Si ha podido entrar en mi habitación en plena luz del día seguramente no haya dejado huellas. Los del motel tampoco saben nada. Ni Zack ni yo estábamos preparados para ver la cinta… era ella. Era la víctima. Estaba tumbada en el suelo. Desnuda. Llevaba una bolsa en la cabeza, la boca tapada con esparadrapo y las manos esposadas. El vídeo reflejaba justo el preciso momento de su muerte… se ahogaba, se regocijaba en su dolor… pero no pudo resistir. Murió. Murió, seguramente con la llave de su salvación dentro de su estómago. No entiendo nada. No sé cómo puede existir en el mundo alguien que carezca tanto de escrúpulos como para ser capaz de hacer algo así. ¿Habrá sido él?
Zack y yo hemos estado pensando mucho desde que hemos encontrado el vídeo. Zack opina que Grey quizá esté diciendo la verdad, y que tal vez un hijo de puta se la jugó. Y cometió el crimen perfecto. Pero… ¿por qué enviarle una prueba así a una periodista el día antes de su ejecución? El mocoso opina que no tiene sentido. Yo… yo creo que es perfecto. Todo el mundo sabe lo difícil que es conseguir un nuevo juicio en Texas, sabe que la revista no puede hacer publicidad sustancial antes de la ejecución. Habría que dárselo a un diario o a una televisión. Y no lo haremos. Pero, sobre todo, sabe que hoy se lo diría a Grey. Creo que es muy probable que la muerte de Temperance sea una forma más de torturar a Grey, eso acabaría con él y los abolicionistas parecerían unos locos. Quienquiera que sea el enfermo que me ha enviado el vídeo, desde luego es un asesino, un asesino que ha conseguido que Grey se pase seis años en el corredor de la muerte por violación y asesinato y luego deja que muera, que muera sabiendo que todos le recordarán con indignación. Destruye su vida, su obra. Su recuerdo. Y le obliga a verlo. Zack cree que eso es mucho odio y se pregunta el por qué de hacerlo público. Mi respuesta ha sido que el odio no es divertido si te lo guardas.
Antes, durante el camino en coche, hemos vuelto a ver al cowboy de la furgoneta. Hemos tratado de anotar su matrícula, aunque el muy listillo se ha dado cuenta y justo ha girado repentinamente. Aún sigo consternada con lo del vídeo… aunque haya pasado ya un rato desde que lo vimos. Ahora son las 8.00. Le he dado la llave de la habitación a Zack. Tengo que ir al baño.

De: María Reyes, tu ayudante.

Buenas noches, señor. Me he puesto a investigar un poco sobre Jesse Bloom y su pasado. Es todo lo que he podido recopilar con tan poco tiempo, espero que esta información pueda serle de utilidad.
Tuvo una infancia sin incidentes en Burlington, Vermont. Sus padres se divorciaron cuando tenía doce años, aunque al parecer esto no repercutió en su trayectoria académica. Se licenció en la universidad de Yale (Connecticut) en periodismo sin grandes méritos. Su carrera profesional fue mediocre, en pequeñas periódicos locales, hasta hace unos cinco años que fue contratada por la revista “Casos de Actualidad” en Tenton (New Jersey), que la granjearía cierto renombre con varias investigaciones sobre diversos casos de convictos sentenciados por crímenes graves. El punto de inflexión que más llama la atención en la carrera de Bloom es que fue encarcelada, acusada de desacato por el tribunal de New Jersey por un artículo que publicó hará un año y medio sobre los métodos utilizados en las redes sociales de Internet por los pedófilos para captar a los niños. Se negó a desvelar sus fuentes y fue condenada por ello.

Si me lo permite, no sé cómo no la despidieron después de aquel revuelo. Seguiré trabajando en lo que necesite, señor.


De: Zack Crowley, asistente de Jesse Bloom.

He estado haciendo memoria sobre el día de la desaparición. Antes de entrevistarse con Grey, Jesse me mandó buscar información sobre su abogado, Henry Cox, un completo incompetente. Perdió la oportunidad de rebajar la pena de Grey porque llegó tarde a una vista con el fiscal del distrito. Además, según Jack Steiner, un prestigioso abogado que se ofreció a defender a Daniel sin comisión y que éste rechazó para continuar con Cox, es un idiota. “Mucho sombrero y poca cabeza”, eso me dijo uno de los mejores abogados defensores del país. En fin, me pongo enfermo sólo de pensarlo. ¡Y encima no responde a mis llamadas ahora que tengo que localizarle por la entrevista!
¡Ah! Casi se me olvida, también estuve indagando un poco sobre África, la alumna que fue presuntamente violada… ¿y sabe qué? No encontré nada de nada, ni a un puñetero alumno que la recordarse en toda la facultad. Sin embargo Jesse salió tan sorprendida el primer día que habló con él… Quedó cautivada con su historia.
Eso fue lo que estuve haciendo antes de encontrarme con ella, apenas hallé nada de utilidad, pero puede que sí que sepa usted sacarle partido, señor agente.

Le mantendré informado si recuerdo algo más.



De: María Reyes, tu ayudante.

Buenas noches de nuevo, señor.

Me he dedicado a recopilar información sobre Daniel Grey y Temperance Hadley. Ambos trabajaban en la universidad de Austin (Texas), uno de filosofía contemporánea y la otra de literatura romántica y ambos eran buenos amigos. Pertenecían a un grupo que persigue la abolición de la pena de muerte en el estado, Death Watch. Se dedican a ejercer presión mediática y el antiguo diligente del grupo, James Burt, protagonizó una serie de altercados violentos contra las fuerzas policiales de Dallas en al menos tres ocasiones. No obstante, cuando éste fue relevado por Hadley en la dirección de Death Watch, el grupo se dedicó a reivindicaciones más mediáticas, mucho menos radicales.
Daniel estaba casado con Susan Spelling y tuvo un hijo, Josh. Sin embargo, a raíz de una acusación de África Spearman de violación, Susan pidió el divorcio y Daniel quedó al parecer destrozado. Aunque la demanda de África fue retirada, la universidad no renovó su contrato y pronto tuvo que abandonar su casa y buscar un nuevo trabajo. A partir de ahí se hace difícil seguirle la pista. Fuentes dudosas me han asegurado que estuvo una temporada en casa de Temperance, pero no sé hasta que punto darles credibilidad.
Sobre la doctora Hadley, poco que decir. Padecía una leucemia que poco a poco estaba consumiendo su vida y, aparte de su actividad como docente y miembro del Death Watch, poco más puedo informar sobre ella.


De: Comisaría de Austin

Hemos detenido a Samanta Adler por conducción temeraria y escándalo público. En su declaración hemos encontrado algo que podría resultarle interesante, según las palabras de la agente Reyes.


Archivo adjunto: Fragmento del testimonio declaratorio de Samanta Adler, extraído del Archivo de la Comisaría de Austin.

“Sí, actualmente vivo en la casa de Hadley… pero bueno, cada uno puede hacer lo que quiera con su negocio hogareño, ¿no? No creo que sea ilegal recrear crímenes… es como… ¿teatro? Sí, teatro. Además, tampoco se gana tanta pasta con ello. Sólo lo hago porque no quiero volver a casa de mis viejos.” […] ¿Que si recuerdo…? Sí, es cierto. Recuerdo a esos chicos. Hace un par de días vinieron a ver mi museo. No quisieron comprar el vídeo que les ofrecí, ¡malditos rácanos! Creo que eran periodistas, al menos la tía tenía cara de serlo, y creo que mencionaron algo entre ellos acerca de un artículo y de una entrevista de no sé qué. Pagó ella; él tenía pinta de mantenido. Creo que se asustaron un poco por mi aspecto… y parecieron no creerse nada de que les dije. No sé, que adorne un poquito la historia no significa que sea mentira, ¿no? Es sólo el sentimiento estético inherente a mi ser, que me posee…”

De: Zack Crowley, asistente de Jesse Bloom.

No le he dicho nada porque no debería… Pero estoy tan preocupado por Jesse que tal vez merezca la pena romper la promesa que nos hicimos. Cuando entramos en la habitación del hotel encontramos un video colgando de la puerta.
Alguien había entrado en la habitación y dejado la cinta de VHS colgando de una soga, como si estuviera ahorcada. Ésta tenía un título: “para Jesse Bloom”. Menuda locura…
Verá… pusimos la cinta sin dudarlo ni un instante y… aún siento escalofríos al recordar la imagen… Vimos a Temperance, sí, la asesinada… Estaba tendida en el suelo, desnuda, con una bolsa en la cabeza y las manos esposadas en la espalda. Y se retorcía frenéticamente, tratando de escapar de una muerte inevitable. No quiera saber cómo movía las piernas, retorcía las muñecas tratando de sacarse la bolsa de la cabeza hasta que, finalmente, muere asfixiada… Decidimos que lo mejor era no hablar de ello con nadie y consultar a Cox para ver si conseguían aplazar la ejecución… Pero ese idiota dijo que podía ser un montaje y dado que a Temperance, porque estoy seguro de que era ella, no se le veía el rostro ya que lo tenía dentro de la maldita bolsa no había modo de determinar que era ella realmente. ¡Pero moría en el vídeo! ¿Qué clase de depravado grabaría algo así? Estoy seguro de que Daniel no.

Después de ver el vídeo Jesse salió afuera a tomar un poco el aire y bueno… No volví a verla.


De: Zack Crowley, asistente de Jesse Bloom.

Perdone que le moleste de nuevo, pero recuerdo otro suceso inquietante a nuestra llegada a Houston. El primer día por la mañana que llegamos aquí, nos venía siguiendo una camioneta con un cowboy dentro escuchando ópera a todo volumen. Bueno, un tipo con sombrero de cowboy tan popular de esos que llevan los tejanos.
Vaya, que nos estuvo persiguiendo cerca de una hora y cuando reparamos en él y fuimos a tomarle la matrícula, éste se dio cuenta y desapareció de improviso.

No obstante, volvimos a ver su camioneta al menos en dos ocasiones más: de camino a la penitenciaria de Ellis el segundo día, según me informó Jesse, y la noche del primer día, mientras cenábamos en un taco bell. No sé si tendrá algo que ver con la desaparición de Jesse, pero mejor no dejarse nada en el tintero.


De: María Reyes, tu ayudante.

Le anexo una grabación de mi entrevista con Emily Summers, integrante del grupo Death Watch que he encontrado en la Red.


Archivo adjunto:
Entrevista a Emily Summers.

¿Qué podría decirme de Death Wacht?

Somos un grupo pacifista que vela por los derechos fundamentales del hombre. ¡Todo el mundo tiene derecho a la vida y los presos son una excepción! Puede que sus actos sean deplorables, pero no merecen la muerte, nadie la merece. El ojo por ojo no lleva a ningún lado y Death Watch pretende terminar con esta locura.

Entiendo, señorita Summer. ¿Cómo piensan lograrlo?


Hay mucha gente contraria a la pena de muerte y lo que pretendemos es que salgan a la calle y sumen sus voces a las nuestras. Nuestra mejor baza es hacernos oír en los casos más polémicos para que la gente, tranquilamente sentada en sus casas y comiendo tortitas, se pregunte ‘¿eh? ¿Quiénes son esos de ahí? ¿Qué está pasando?’. Queremos que se levanten y reflexionen, que entiendan que esto es una atrocidad.
También repartimos folletos, damos charlas informativas y hasta hemos protagonizado debates contra determinadas figuras republicanas del gobierno que se empeñan en mantener un sistema arcaico y monstruoso.

Entonces, sus métodos no son violentos, ¿verdad?

En absoluto.

Pues según la prensa, hace apenas seis meses uno de vuestros antiguos componentes, que al parecer estuvo un tiempo dirigiendo el cotarro, fue detenido y acusado de escándalo público y resistencia a la autoridad en una de vuestras ‘pacíficas’ manifestaciones aquí, en la puerta del tribunal de justicia. ¿Qué podría decirme al respecto?


No tengo nada que comentar.

Pues yo sí. Verá, James Burt –que es a quien me refería antes- pasó dos noches en la cárcel y después volvió al grupo y según tengo entendido, gracias a la doctora Hadley no fue expulsado de vuestra asociación, lo cual es francamente curioso habida cuenta de la relación sentimental que al parecer existía entre ambos. Y, francamente, me sorprende que una organización tan comprometida como la vuestra tenga relaciones tan turbias en su interior.


¡Sí, joder! James sigue con nosotros, con su sombrero de cowboy y todo. Fue un maldito error, un puñetero malentendido. Hablamos todos largo y tendido y decidimos darle una oportunidad porque nosotros, a diferencia del gobernador, sí creemos que las personas puedan cambiar. Y precisamente por ello no es necesario gasearlas ni freírles los sesos con la silla, porque…”

Y bueno, luego sigue hablando del grupo y sus ideales.

También tengo algo sobre Cox, el abogado. Según parece los datos oficiales sobre el juicio de Daniel Grey coinciden con la versión del asistente de Bloom. Es decir, el señor Cox es un abogado mediocre que además no está especializado en este tipo de casos. Fue él también que llevó el divorcio de Grey, momento en el cual ambos pudieron desarrollar una hipotética amistad que explicaría por qué Grey rechazó los servicios de otros abogados defensores. He tratado de localizarle pero no lo he conseguido.

Eso es todo, señor.


De: Janus Haufman, jefe del departamento de policía de Texas.

¿Qué está haciendo Anderson? Necesito un informe ya, cuanto antes. No se imagina cómo está el señor gobernador. ¡Vamos! No tenemos todo el día…

Si has llegado hasta aquí, te recomiendo la película "la vida de david gale".

Saludos!

jueves, 29 de abril de 2010

Cómo no hacer un informe de un test de personalidad

Bueno, anexo a continuación -rompiendo la dinámica del blog- un informe que había que realizar sobre un perfil de un test determinado (el 16PF-5, para más señas) para clase y que, me temo, realicé de un modo demasiado heterodoxo. Sin cursiva están las respuestas del profesor, quien fue muy elegante en su corrección, todo sea dicho.

Análisis de la Personalidad (sujeto: dr. strangelove)


Oh, su oscura excelencia,

mi buen amigo el doctor Strangelove, tras someterse voluntariamente a mis malvados designios por escrutar en el interior de su personalidad a través del perfil recogido, acaba de abandonar la sala. Pobre infeliz, pues desconoce nuestras aviesas intenciones y ahora, recreándome en mi soledad, pienso emprender un viaje hacia lo más profundo de su alma, tratando de desvelar todos los secretos de su persona a través de esté arcano artefacto del archimaestre Cattel. Me gustaría agradecerle de antemano la confianza depositada en su humilde adepto para el desempeño de esta labor, trataré de emplearme a fondo.

Me turban y me inquietan profundamente las puntuaciones extremadamente bajas tanto en la dimensión dureza (QIII) como en la de extraversión (QI). Atendiendo a la primera de ellas, pues sé que es de su especial agrado, me encuentro con que el doctor Strangelove es una persona que tiende a mostrarse extremadamente abierta a nuevas experiencias y receptiva ante nuevas ideas o percepciones que llamen ya desde los primeros momentos su atención y abstraerse con ellas con relativa facilidad. No obstante me temo que esto puede repercutir negativamente en mi querido amigo, ya que seguramente se vea subyugado ante sus emociones y tenga notables dificultades para sobreponerse a ellas cuando estás sean especialmente intensas. Esta sospecha se ve reforzada, mi señor, pues su puntaje en autorregulación (QV) también es bajo. De todas maneras, no se impaciente, maestro, pues ya incurriremos en estas cuestiones más adelante.
Continuando con el análisis de los abismos insondables del señor Strangelove e internándome más aún en las “causas” –permítame señor las comillas pues no son causa final de este factor, sino meramente un formalismo estadístico arcano, su excelencia - de su apertura mental, tal y como puede ver en las oscuras escrituras subrayado en azul, le presento mis principales conclusiones al respecto.

Pues bien, si mi intuición no es excesivamente descabellada, el factor de primer orden Abstracción (M) juega un papel muy importante en la conformación del puntaje de esta dimensión, pues su elevado valor incide negativamente en la dureza. Se encuentra pues ante un individuo extremadamente imaginativo e idealista y, para nuestro pesar, poco pragmática, llegando a pasar por alto importantes detalles por cautivarse en la contemplación de una idea. Comparado con otros mortales destaca notablemente por encima de la media, encontrándose más allá de dos desviaciones típicas de la misma. Algo parecido sucede con la Apertura al Cambio (Q1) de mi buen amigo y compañero, del que puedo aseverar que se trata de una persona extraordinariamente analítica y dispuesta a experimentar con el medio y a abrirse nuevos caminos si los ya existentes le aburren o le parecen inadecuados. Una cualidad envidiable, mi señor. Doy fe en primera persona, después de siete meses conviviendo con él, de lo innovador que es con algunas cuestiones.
Asimismo –aunque en menor medida-, las elevadas puntuaciones en los factores de primer orden Sensibilidad (I) y Autosuficiencia (Q2) inciden de igual modo sobre la dureza del sujeto, reduciendo su decatipo total. Las dos nos indican que estamos ante un individuo muy autosuficiente, idealista y solitario, que prefiere abordar sus proyectos sin interrupciones ni sugerencias, altamente capaz de valerse por si mismo; y que además se trata de una persona bastante sensible y pasional. He observado como varias veces se deja llevar por un arrebato y tras algunas horas, vuelve con alguna invención o idea genial, de esas de las que me advertisteis cuando me encomendasteis esta tarea, mi señor. Si le comparamos con otros individuos, veremos cómo en autosuficiencia está muy por encima de la media, separado de ella por dos desviaciones típicas concretamente, y en sensibilidad algo alejado, a poco más de una desviación típica de las puntuaciones normales de la población. Finalmente convendría atender a la Animación (F) del doctor Strangelove. ¿Por qué debería hacerlo si es una puntuación baja? Precisamente por ello, ya que debido a esto, la puntuación total de la dureza disminuye. Brevemente, el sujeto tiende a mostrarse como una persona bastante seria, taciturna y, ante todo, cautelosa, que tiende a desconfiar de los demás. A pesar de estar relativamente alejado de las puntuaciones medias de los mortales de su grupo de referencia, las divergencias con los mismos no son demasiado acusadas.
¿Y qué decir, mi avieso viajero al alma del Dr. Strangelove, del papel de la acusada Dominancia (E) de esta persona en su apertura de mente?¿Será independiente y asertivo debido a su apertura mental? ¿O será simplemente que le gusta ir a su aire y pensar lo que le parece sin sentirse obligado por convencionalismos y normas? Mi buen aprendiz de brujo, tienes un desafío por delante.

Bien, me parece oportuno ahora internarme en el factor de segundo orden Extraversión (QI). Para empezar podemos observar cómo los datos nos indican que el sujeto es extremadamente introvertido y poco sociable, que prefiere estar solo o rodeado de gente de confianza en lugar de en lugares demasiado concurridos o abarrotados. ¿A qué se debe esto? Seguramente a que las bajas puntuaciones en Afabilidad (A) y en Animación (F) contribuyan a que el valor de este factor caiga. Con respecto a la afabilidad, parece que nos encontramos ante una persona bastante fría, impersonal y distante, con dificultad para abrirse a los demás y que seguramente en combinación con su alta sensibilidad –y cómo he podido experimentar en múltiples ocasiones- le hagan descuidar sus modales cuando se encuentra alterado, aunque tampoco presenta una conducta tan divergente en comparación con los baremos, ya que se encuentra a poco más de una desviación típica de la media. De nuevo, la puntuaciones baja en animación refuerza el muro de hielo que el señor Strangelove tan a menudo levanta contra aquellos que le hieren o desagradan.
También influyen en esta dimensión de segundo orden la Privacidad (N), la Apertura al cambio (Q1) y la Autosuficiencia (Q2), al igual que en el factor anterior. El elevado valor en privacidad nos sitúa ante un individuo muy cerrado, discreto y calculador, que prefiere no compartir sus preocupaciones con los demás y no desvelar sus planes hasta que tenga garantizado su éxito.
¿Y qué decir, de nuevo, del extremo rechazo de toda norma social (G) y de su marcada tendencia a actuar según sus deseos puntuales, sin intentar superarse (Q3)? ¿No será que el Dr. Strangelove se cierra en sí mismo porque no quiere tener nada que ver con una sociedad cuyos valores no comparte y que le resulta aburrida y tal vez caduca? ¿O será que tiene algo que ocultar?¿O serán ambas cosas? Veamos que más has encontrado.

Si no os parece mal, me gustaría ahora centrarme en la independencia del doctor Strangelove (QIV), donde su puntaje también es alto. ¿Qué nos revela este dato? Si estoy en lo cierto el señor Strangelove tiende a comportarse de manera muy dominante, a ser bastante activo en las tareas que acomete y a formar sólida y rápidamente su propia opinión. La Dominancia (E), así cómo la Privacidad (N), son los principales factores de primer orden detrás de dicha puntuación en la dimensión. Ello implica fundamentalmente que hemos dado con un individuo que actúa de ordinario de forma asertiva (y poco afable-A) y que no se deja dominar con facilidad en comparación los demás (dos desviaciones típicas por encima de la media), algo que puede sernos de utilidad si finalmente decidimos incorporarle a las filas de nuestra hermandad, ¡oh gran señor! También están detrás de ello la Vigilancia (L) y, en menor medida, la Tensión (Q4), lo que revela que efectivamente el doctor Strangelove es una persona muy suspicaz y escéptica, que no confía fácilmente en los demás, lo que explica por qué prefiere estar sólo y no necesita valerse de los demás. De hecho desconfía más que los demás en los demás (si me permítame el juego de palabras). La tensión es indicativo de que mi buen compañero es algo impaciente e irritable, aunque en ello no destaca demasiado, si me permite la apreciación (poco menos de una desviación típica de la media). Si bien es cierto que no soporta esperar, o que se aburre con facilidad cuando no está enfrascado en algo que no es de su interés, ¿pero a quién en mayor o menor medida no le pasa eso? Interesante, parece que las piezas encajan. Pero, ¿por qué desconfiará? ¿Quizás porque la sociedad es miope y conservadora y él, de mente abierta (Q1), no tolera que quieran hacerle comulgar con ruedas de molino? Esta historia resulta asaz interesante. Sigamos la pista.

No desesperéis, maestro, estoy terminando. He de abordar ahora el Auto-control (QV) del doctor Strangelove, que también tiene una puntación bajísima. Parece que no hay mesura en el doctor Strangelove. Así pues, si el archimaestre Cattel no erró al diseñar este artefacto, mi buen amigo tiende a comportarse de forma muy irresponsable, impulsiva y altamente desorganizada –y de nuevo doy fe de ello- en comparación con mortales de su mismo sexo y edad. El valor en esta variable se debe sin duda a las bajas puntuaciones que el sujeto obtuvo en Afabilidad (A), Atención a las Normas (G) y Perfeccionismo (Q3). Como tiene en baja estima y consideración a los demás, no le importa los juicios que emitan contra su persona, por lo que no regulará su conducta en función de lo socialmente deseable. Asimismo, y como habréis podido adivinar enseguida, es una persona extraordinariamente inconformista y ajena a los valores predominantes en la sociedad, dispuesta a saltarse las normas en caso de necesidad y que confía más en su propio parecer que en las normas sociales, muy alejada de los valores medios de este factor de primer orden. Con respecto al perfeccionismo, podría afirmar que se trata de una persona bastante flexible, impulsiva y que, como apunté anteriormente, no tiende a importarle lo que los desconocidos digan de él. Además, en comparación con estos desconocidos que componen el baremo, se encuentra alejado de la media por casi dos desviaciones típicas. Por último, aunque no menos importante, una alta puntuación en Abstracción (M) hace que este sujeto se deje llevar con facilidad por las ideas o cuestiones que sean de su agrado o interés, siendo poco práctico en algunas cuestiones.

En lo que concierne al factor Ansiedad (QII), las puntuaciones del doctor Strangelove son medias, puesto que no tiende a estresarse continuamente, pero tampoco es emocionalmente estable. Es más, como ya señalé tiende a ser impulsivo y algo pasional, razón por la que está ligeramente por encima de la media, pero muy poco.

Antes de terminar, me gustaría hacer mención un factor de primer orden que no he nombrado en mi análisis, pero que dada su escasa puntación debería reseñar. Efectivamente, me refiero a la Estabilidad (C), que nos muestra a un individuo inestable, con rápidos cambios de humor y sensible, lo que no es discrepante con lo anteriormente citado.

¡Pardiez! ¿Cómo no habré reparado antes en esto? Revisando los datos he caído en la cuenta de que las puntuaciones en las escalas de vacilación son extrañas y altamente atípicas. Un uno en manipulación de imagen y un diez en Interferencia. ¿Es posible que haya descubierto nuestras aviesas intenciones? Demonios, no lo creo. Ni debería planteármelo siquiera, habida cuenta de que el señor Strangelove no tiene en demasiada consideración las opiniones ajenas ni las normas sociales, es muy posible que no le importe reconocer que lleva a cabo conductas poco deseables socialmente. No obstante, tenga cuidado mi señor, pues es posible que haya errado en mis predicciones.

Para ir concluyendo, me gustaría comentar el gran potencial creador del doctor Strangelove. Como os comentaba, mi señor, mi compañero tiende a abstraerse con facilidad y es muy imaginativo. Si a ello se le suma su sensibilidad y su autosuficiencia, os daréis cuenta enseguida de que de que estamos ante una persona que es capaz de volcarse en una tarea repentinamente, acometerla desde perspectivas poco convencionales, y además se autoevalúa sin depender de opiniones ajenas. A veces tiene ideas o creaciones grandiosas… pero en otras ocasiones es difícil llevarle la contraria.

En fin, tal y como me ordenasteis, concluyo aquí con el escrutinio de la personalidad del doctor Strangelove. Si hacéis caso a mis sugerencias os encontraréis con un sujeto capaz de entrar en nuestra clandestina organización, altamente imaginativo e innovador, abierto a nuevas perspectivas, por lo que es posible que simpatice con nuestros ideales, y con una moralidad ajena al contexto social en el que se desenvuelve, lo que también puede sernos útil. Quizás pueda darnos algún problema al ser tan independiente y desconfiado, no obstante, creo fervientemente que posee una gran potencial.
Espero que mi informe le sea de utilidad, su excelencia. Ahora he de finalizar con esta misiva, pues Strangelove está de vuelta y es mejor que desconozca los menesteres que me ocupan.

Se despide vuestro leal servidor,
Orys Chyttering.

Orys, tengo que decirte que has hecho un buen trabajo. Tu informe elabora una buena conjetura que trataremos de comprobar, pero de momento puedes decirle al Dr. Strangelove que, si lo desea, puede integrarse en nuestra organización. Hay tareas que requieren mentes independientes y el único requisito es que acepte las misiones que se le encomienden, sin importar cómo trabaje para realizarlas. Más o menos igual que tú.

martes, 23 de febrero de 2010

Recuerdo en el Cristal


Los segundos se tornaban más y más lentos, más pesados, más insoportables en el interior de aquella habitación. Los latidos del corazón del señor Winsloe cada vez se le antojaban más sonoros, sobre los cristales empañados de sus gafas se reflejaban las palabras del libro que ferozmente devoraba sobre la silla de su estudio tenuemente iluminado por una lámpara. La llama de la vela en el interior del cristal dotaba de extrañas formas a las sombras de las estanterías, repletas de libros, y a la enorme mesa, completamente plagada de diversos documentos y papeles. Todo ello acompasado por el inexorable devenir del tiempo, tic-tac, segundo a segundo.
Un destello se abrió paso por las cortinas que mantenían en penumbra la sala acompañado instantes más tarde por un sonoro estruendo celeste. La lluvia comenzó entonces a golpear con fuerza sobre el tejado de la residencia del señor Winsloe. La sinfonía con la que la naturaleza había decidido deleitarle sólo se veía levemente interrumpida por el roce de una página al pasar. Tenía en esto el señor Winsloe un gesto peculiar que se producía cuando la lectura le obligaba a cambiar de hoja: rozaba suavemente el exterior del libro con sus dedos índice y corazón para, a continuación, tomar con suma delicadeza la página y pasarla de forma paulatina, saboreando su reverso. Paradójicamente, a este delicado proceder le acompañaba una expresión de disgusto en su envejecido rostro, que hacía al señor Winsloe arrugar la nariz y fruncir sus labios en un ademán de asco.

De repente algo captó su atención. A la lluvia le faltaba algo, ese acompañamiento regular que marcaba el tempo de las gotas al caer. Inspeccionó con su mirada la habitación hasta centrarla en el enorme reloj de péndulo situado en la pared de enfrente. El segundero se había detenido, era como si el tiempo hubiese cesado en su incesante caminar. Marcaba las tres y media.
No obstante no fue esto lo que más turbó el hasta entonces sereno espíritu del señor Winsloe, pues de pronto reparó en la puerta de su estudio que en lugar de permanecer plenamente cerrada, estaba ahora ligeramente entreabierta. Dejó el libro sobre la mesa y mientras se incorporaba advirtió cómo el picaporte se enderezó inesperadamente y cómo una sombra se agitaba en la penumbra al otro lado de la puerta, desapareciendo de improviso. Ésta emitió un leve chirrido, desplazándose escasos centímetros.
Un escalofrío recorrió su espalda. Él vivía solo en su mansión, una opulenta casona de doble planta típicamente victoriana, con la señora Hubble, su ama de llaves. A pesar de su edad, la señora Hubble era una persona jovial y bonachona, de una personalidad alegre y enérgica que contrastaba notablemente con el carácter huraño y apático de su señor. Sin embargo era absolutamente imposible que ella irrumpiera en su estudio sin previo aviso, pues se había marchado a su pueblo natal a acompañar a su madre en su lecho de muerte hacía algunos días.
La curiosidad venció a la prudencia. El señor Winsloe tomó el asa de la lámpara y se dirigió raudo hacia el pasillo. Abrió la puerta del estudio completamente, iluminando a continuación el corredor. Nada, ni un alma, ni un ruido; todo seguía en su sitio. Se desplazó con cautela hacia las escaleras y descendió por ellas hacia la planta baja de la casa. Era posible que el cansancio y la edad le estuviesen jugando una mala pasada.

Avanzó lentamente, inspeccionando cada una de las habitaciones, hasta que llegó a la cocina. De pronto, la vela del farolillo que sostenía ante él se consumió y todo quedó a oscuras. Fue en ese preciso instante cuando al señor Winsloe le pareció distinguir una figura en el umbral de la puerta, a escasos centímetros de él. Estaba plenamente seguro de ello, podía sentir su presencia. Y ese olor, ese aroma, tan sutil y a la vez tan familiar… Pero aquello no era posible, ella ya no estaba allí, ni nunca más lo estaría. Nunca más.
- ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? –preguntó asustado mientras sus manos se agitaban temblorosas.
Un relámpago iluminó tenuemente la sala: no había nadie allí dentro. Tanteó en uno de los bolsillos de su bata en busca de una pequeña caja de fósforos para iluminar la estancia. La pequeña llama apenas le dejaba contemplar la sala; todo permanecía colocado del mismo modo en que el señor Winsloe recordaba haberlo dejado la última ocasión: una vajilla de porcelana amontonada bajo el grifo plateado, una mesa con los restos de la cena aún sobre ella… Nada fuera de lo normal, ni nadie extraño, sólo su propio reflejo frente a los cristales de la ventana.
El fósforo se consumió y el señor Winsloe se sobresaltó al escuchar otro trueno. El sudor empezaba a acumularse en su frente, y su corazón palpitaba frenético. Seguramente no fuesen más que imaginaciones suyas, pues nadie salvo él mismo, en ese momento, se encontraba en la enorme casa.


Restó importancia a aquel suceso, atribuyendo la causa a la fatiga y a la falta de sueño que le acompañaba desde hacía varias semanas. Deshizo el recorrido que le había llevado hasta la cocina, en esta ocasión a oscuras y algo más tranquilo. Subió parsimoniosamente las escaleras y se dirigió entonces hacia sus dependencias.
La tormenta comenzaba ya a amainar y la luz de la luna dotaba de un resplandor blanquecino a sus dominios: una amplia habitación con una cama de matrimonio deshecha junto a la ventana, abierta de par en par. Las cortinas de satén, con exquisitos bordados en el dobladillo final, se mecían al son de una suave brisa otoñal. Un par de cómodas a ambos lados de la cama y un armario junto a la entrada conformaban el resto del mobiliario del dormitorio. El señor Winsole, cansado, cerró tras de sí la ventana, y despojándose de su bata, se dejó caer sobre el colchón de plumas. Estiró todo su cuerpo perezosamente y cerró los párpados dispuesto a poner fin a sus inquietudes sumergiéndose en la oscuridad infinita de las estrellas.

Como si el destino se hubiera propuesto privarle de reposo, un estrepitoso alboroto despertó al señor Winsloe poco después de que lograse conciliar el sueño. Se trataba del molesto sonido del tono de su teléfono. Al parecer alguien, ajeno a la noche tan bizarra que llevaba, había decidido perturbarle a tan avanzadas horas de la madrugada. Se levantó entre quejas y maldiciones, poniendo rumbo al pasillo donde la máquina infernal proseguía con aquellas insoportables estridencias.
Enfadado, asió fuertemente el auricular. Una voz desconocida, pero a su vez tan intrínsecamente familiar le susurró al oído: “recuerda, recuerda…” Y de pronto colgó. De nuevo ese aroma, aquella dichosa fragancia envolvió la estancia.
¿Qué clase de broma era aquella? Turbado, buscó con la vista algo en lo que distraer sus pensamientos cuando otro trueno rompió bruscamente el silencio reinante en todo la casa. La tormenta había vuelto.
Desistió en su empecinado empeño por dormir y decidió que sería mejor seguir con el libro. Volvió a su habitación, recogió su bata y tomó de nuevo la lámpara, aunque optó por no encenderla. La oscuridad no suponía ningún tipo de traba o impedimento para él, es más, no le disgustaba en absoluto. Como hombre reservado y algo taciturno, se sentía cómplice de la noche. Ya no le gustaban los días, días monótonos y rutinarios, días que se sucedían sin apenas cambios, sin variaciones. Jornadas enteras enclaustrado entre informes de mercado, hojas de contabilidad y normativas burocráticas.
Llegó por fin a su despacho. Encendió la vela repuesta de la lámpara, se colocó las gafas y se acomodó en el sillón frente a la mesa.
Las páginas se sucedían una tras otra mientras un lápiz plagaba de anotaciones los márgenes. Era como si el señor Winsloe buscase una revelación mística, un conocimiento arcano entre todos aquellos párrafos, una verdad oculta en las palabras.
De repente el ventanal se abrió de par en par, seguido por una fuerte ráfaga de aire que traía consigo toda la furia de la tormenta. Los papeles del escritorio cobraron vida y echaron a volar caóticamente por todo el estudio.
El señor Winsloe se incorporó con rapidez y haciendo acopio de todas sus fuerzas cerró las ventanas. Fue en ese momento cuando pudo discernir en el cristal el reflejo de una figura ataviada de blanco que ahora permanecía en pie en el centro de la sala. Un escalofrío estremeció su ser, erizándole el cabello.

Se dio la vuelta. Era una figura femenina, envuelta en un precioso vestido beige bastante ostentoso y recargado. La oscuridad ocultaba sus facciones y no permitía al señor Winsloe examinarla en profundidad. Súbitamente la figura avanzó en su dirección, con gráciles movimientos, casi felinos. Su corazón parecía que iba a estallar, sus piernas temblaban y el terror comenzaba a apoderarse de él. Asustado, alzó con su mano izquierda la lámpara, iluminando el rostro de la intrusa.
En efecto, tal y como se había temido era ella… pero no era posible. Aquello no podía estar pasando…
Indiferente ante la iluminación, aquella visión de ensueño prosiguió con su caminar hasta situarse finalmente frente a él. Su mirada era nostálgica, triste, profundamente dolorosa. El señor Winsloe enseguida quedó prisionero de aquellos ojos, sumergiéndose en ellos durante toda una eternidad. Quince largos años habían pasado, y seguía tan hermosa, tan radiante… Se sentía feliz, pletórico, lleno espiritualmente por volver a verla. Una lágrima descendió por su marchita mejilla.
Sin embargo, a su vez, todo estaba bañado en un halo de oscuridad y horror. Su esposa estaba muerta, él mismo la enterró y aquello sólo podía significar una cosa…
De pronto ella, tan bella, tan perfecta, extendió los brazos abalanzándose sobre él, estrechándole fuertemente entre sus brazos. Por su parte, el señor Winsloe, confuso y paralizado, no pudo hacer más que romper a llorar. Notó un líquido en su vientre y no necesitó contemplarlo para saber de qué se trataba: era sangre.

- Recuerda, recuerda… Recuerda el doce de Septiembre… -le susurró ella afectuosamente al oído.


Y el señor Winsloe recordó. Recordó.

Visualizó aquella noche de septiembre, hacía quince años, cuando él era un joven en la flor de la vida, apenas recién casado con la mujer de sus sueños. Hacía frío y la luna estaba bien alta, resplandeciente. Helen y él acaban de disfrutar de “Carmen”, una magnifica obra de Georges Bizet, todo un portento. Ya era hora de volver a casa después de aquella velada. Todo se había iniciado con una romántica cena a luz de las velas en el restaurante más lujoso de todo Londres, después habían dado un paseo por el barrio de Mayfair bajo las estrellas para luego acudir a la representación. Era la mejor manera que tenía el señor Winsloe de celebrar la noticia que habían recibido esa misma tarde: Helen estaba embarazada de dos meses.
Ella caminaba con el paso torpe de los vapores del mejor vino francés, fuertemente asida a su brazo, para mantener el equilibrio. Helen esbozaba una tímida sonrisa que escondía todo un torrente de palabras, afectos y sensaciones que no hacía falta pronunciar, pues él podía leer detrás de ello con exquisita precisión.

De pronto, unos pasos acelerados doblaron la esquina que unos segundos antes acababan de dejar atrás. Se dieron la vuelta lentamente y entre la suave neblina pudieron divisar a un hombre de mediana edad, menudo y de ropas descuidadas, con una botella en la mano siniestra y una pistola en la diestra. Recordaba perfectamente el odio en su mirada, la ira en su voz. Nunca olvidaría serían sus palabras: “Señor Winsloe, cerdo capitalista, ¡es usted escoria!”. El pulso del proletario temblaba, aunque la fuerza con la que sus dedos sostenían el revolver, la posición de sus hombros y el reflejo de su rostro a la luz de la noche indicaban que no dudaría en apretar aquel gatillo.
Recordaba el señor Winsloe estar terriblemente asustado, no dejaba de pensar que aquel no podía ser su final: tenía tantas cosas por hacer, tantos sueños por cumplir. Y lo peor de todo era que no podía hacer nada por arrebatarle el arma ya que se encontraba demasiado lejos para actuar sin ser disparado. Helen se aferraba cada vez con más fuerza su brazo, asustada. Hubo algún fútil intento de persuasión por parte del señor Winsloe, pero era imposible razonar con el dogmatismo, la furia y la ignorancia. No pudo hacer nada.
Todo transcurrió a continuación demasiado deprisa. Repentinamente el obrero disparó su arma contra él, y antes de que pudiese darse cuenta Helen se situó en la trayectoria de la bala. Ésta le impactó en el vientre. Instantes más tarde la sangre comenzó a brotar, manchando su vestido, su precioso vestido.
Helen tardó horas en morir, agonizante sobre el asfalto. El médico no consiguió siquiera mitigar su sufrimiento.
Todo lo demás se le antojaba ya confuso. Supo, por informes policiales, que hubo un segundo disparo, al parecer aquel bastardo se había suicidado.

Aquella herida nunca había llegado a sanar, aquel dolor nunca desapareció. Las lágrimas cesaron, sus músculos se relajaron, y una intensa serenidad invadió su agitado espíritu.
- Yo… Lo siento, lo siento tanto- susurró Adam Winsloe al oído de su amada- Yo…
- Lo sé, amor mío. Lo sé…

Días más tarde, cuando la señora Hubble regresó de su viaje, gritó horrorizada al encontrar el cadáver del anciano en el sillón del estudio, detrás de un montón de papeles desperdigados y ante una ventana abierta. Los informes médicos señalaron que su muerte fue producto de un infarto. Sin embargo, cuando la señora Hubble evocaba en su memoria aquel suceso, cuando se lo relataba a sus hijos y a sus nietos, siempre hacia alusión a un detalle al que ningún forense daría valor, un aspecto en el que ningún inspector de policía repararía: el señor Winsloe sonreía, algo que durante nueve largos años a su servicio nunca le había visto hacer.