miércoles, 6 de julio de 2011

Folio en Blanco

Porque en blanco llevo mucho tiempo y el blanco es la tragedia a la que me he sometido. Son muchas las leguas recorridas y muchos lo obstáculos que hasta la fecha han sido salvados. Sin embargo mi espina clavada, mi frontera infranqueable, es este folio en blanco, esas palabras muertas largo tiempo atrás y que no he conseguido traer del mismísimo infierno. Palabras hace un buen tiempo por serendipia halladas, y mucho me temo que ahora por siempre olvidadas; palabras que ningún fin concreto más que ellas mismas tuvieron, que en el fondo de mi memoria se hundieron. Palabras que a este folio en blanco dotaron un día de color; palabras que huyeron y no trageron más que dolor.

Palabras, escuchad mi lamento.

martes, 27 de julio de 2010

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No lo entiendo.

sábado, 5 de junio de 2010

Capítulo IV: The Fool

- Buenas noches- me dijo el señor Tod, sonriente y triunfal mientras me apuntaba con la video cámara.
- ¿Qué? ¿Qué haces tú aquí? ¿Qué haces con esa cámara?
- No tengo costumbre de ir allí a donde no me han invitado.
- ¿Quién eres realmente? ¿Qué pretendes? Por favor… Por favor –supliqué- déjame en paz.
- Grabarte, evidentemente. Pensé que te gustaría ver los cambios que he introducido en mi última creación –apuntó mientras me miraba fijamente con aquellos ojos que parecían salirse de sus cuencas oculares, que a pesar de la existencia de los párpados se negaban a utilizarlos-. Es una maravilla, es como si poseyera voluntad propia, ¿no crees? Es maravilloso cómo las obras pueden cambiar según son creadas, transgrediendo por si mismas el sentido original con el que fueron creada y cobrando vida. Sigue así, esa expresión de horror cuadra perfectamente con la trama principal de la historia. Sencillamente maravilloso.

No recuerdo que dije, ni tampoco qué es lo que hice, ni cómo concluyó todo aquello. Sólo sé que de repente caí en la cuenta, me inspiré y supe con total certeza que significaba todo aquello. Comprendí cuál fue nuestro error, de los componentes de das Kreis, y que no estaba equivocado del todo al pensar que aquello era una mala broma. Demasiado retorcida para tener gracia, incluso. Tot era la transcripción griega de Dyehuty. Sin embargo no sólo es una deidad egipcia, tot es el participio del verbo morir en alemán, así que convocamos al muerto, o en otras palabras: llamamos a la muerte. Que, ironías de la vida, en alemán es die Tod. Había decidido divertirse con nosotros para dar vida (con nuestra muerte) a su nueva obra, que había espado de su control y había decidido terminar abruptamente el trabajo.
Todo tiene un principio y un final. El sentido de la vida no termina con la muerte, sencillamente es parte del ciclo. Pueden extraerse muchas conclusiones de las distintas culturas que han abordado el tema de la muerde desde diferentes perspectivas, pero cuando uno ya no está vivo, pierde el interés en estas cosas.

¿Lo ve? No mentí cuando dije que mi historia al menos era entretenida, aunque se base en una mala broma y en un pésimo juego de palabras. A veces hay que tomarse las cosas con humor.

- Vaya, ¿así que al final hicieste un trabajo a partir de un chiste malo?
- Bueno... eh... Sí, eso hice.

Capítulo III: Tod

- Buenas noches, caballeros –dijo un hombre al otro lado de la sala que se aproximó lentamente al interior del círculo. Si no hubiesen permanecido enmascarados, me atrevería a afirmar que los integrantes de Das Kreis estaban tan atónitos como yo. Seguramente era la primera vez que funcionaba “el ritual”, o que alguien interrumpía una sesión ocultista a tres de la mañana, nunca se sabe. Imaginarme a Dajjal con la misma cara de bobo que yo, por alguna extraña razón, me reconfortaba.
Bajo la luz de la luna el aspecto del hombre era… peculiar. A diferencia de lo esperado: una figura humanoide masculina, de tronco desnudo y bien torneado, con cabeza de ibis y con una faldita de época; el grupo se encontraba frente a un hombrecillo de mediana edad y baja estatura, tez pálida, blanquecina, completamente calvo, desprovisto de cejas y con un rostro arrugado sumamente inquisitivo. Sus ojos inquietantes, excesivamente abiertos, examinaban detenidamente a los adeptos de das Kreis. Iba ataviado con un traje negro y portando una cámara de vídeo en la mano izquierda. Se dibujaba en su semblante una amplia sonrisa presumiblemente forzada en lo que parecía ser un ademán burlón, cuyos labios tenían un tono exacerbadamente rojizo.

- ¡Oh, gran Dyehuty! – se apresuró a proclamar Dajjal, o a tartamudear más bien-, señor… encarnación de la sabiduría, la escritura, la música y la Luna. ¡Oh gran Dyehuty!, tenemos una pregunta que formularos.
- Ah… prefiero que me llamen Tod, es más corto –apuntó el recién llegado. Tot era el nombre griego de la misma divinidad, y si hubiera que humanizarlo y adaptarlo a los tiempo moderno, Tod resultaba extremadamente pertinente. Si era un intruso, venía muy bien informado.
- Eh… sí, eso. ¡Oh, gran Tod! Divinidad, encarnación y señor de la sab…
- Señor Tod, si no es mucha molestia.
- Oh… claro. Esto… ¡Oh, gran señor Tod! Una cuestión tenemos que formu…
- Sí, claro. Yo también. Encantado. Si me disculpáis tengo que irme a recoger una cosa… al tinte, ya saben. Bueno, ya nos veremos –se despidió sonriente.

Y se fue. Sí, abandonando la sala sin más.

Los integrantes de das Kreis intercambiaron miradas atónitas entre sí. O se miraron intuyéndose caras de asombro y perplejidad entre ellos. Cada vez entendía menos de lo que pasaba a mí alrededor. Por suerte no era el único.

- ¡Qué demonios a pasado! –estalló Dajjal al cabo de unos minutos-. ¡Panda de incompetentes! ¿Qué habéis hecho mal para qué esto termine así? ¡Sois unos desgraciados!

Los hermanos y hermanas de das Kries agacharon la cabeza y se contemplaron los pies posiblemente avergonzados de sí mismos. Uno no se dedica durante años al ocultismo para que a la primera de cambio le sucediesen estas cosas. Bastante ya parecían tener con su propio pesar para añadir las voces y estridentes gritos de Dajjal. La sesión se canceló media hora más tarde dada por fracasada y cada miembro se retiró a sus dependencias. En lo que a mi respectaba el señor Tod era una especie de héroe-humorista que les había dado una buena lección de humildad a aquella panda de megalómanos.


Lo sucedido en los días subsiguientes me temo que fueron los hechos más turbadores de toda mi vida, no sabría especificar hasta que punto. Apenas un par de días después del incidente Hans me llamó al teléfono para contarme un alarmante acontecimiento: Luna había recibido en su apartamento una misteriosa cinta de vídeo que recopilaba escenas en la que fue grabada infraganti en diversos momentos en los que ella afirmaba estaba completamente sola. Y por lo que me contaba Hans, era impensable que ella se filmase a si misma en el baño o mientras dormía.
Los miembros de das Kreis restaban importancia a aquel suceso. Seguramente no se tratase más que de un acosador, afirmaba constantemente Trismegistos. Sin embargo se equivocaba, pues bastaron 24 horas después de haber sido informado para que Luna apareciese muerta incrustada en una antena de televisión del edificio donde residía.

Ciertamente, como afirmaban algunos adeptos aquello podía tratarse de un hecho aislado, sin mayor trascendencia y se hubiera dado por una perturbación azarosa en el sistema. Nada más lejos de la realidad pues indiscriminadamente iban llegando a más y más vídeos con escenas cuyo contenido cada vez se tornaba más preocupante. Ya no se limitaban a ser discretas filmaciones de momentos de descuido de los integrantes del grupo, sino que las filmaciones contenían primeros planos y momentos donde las víctimas aparecían y conscientes y mirando a cámara. Lo peor de todo es que ellos no recordaban haber sido grabado en ninguno de aquellos lapsos temporales. Yo permanecía ajeno a estos incidentes ya que me distancié un poco del grupo y decidí centrarme en los estudios. Las investigaciones policiales en curso estaban paradas, las cintas no tenían ningún tipo de huella, las grabaciones no habían sido manipuladas. No había rastro de quien quiera que hubiera acometido aquella macabra empresa y las fuerzas del orden correspondiente estaban en blanco, sin un rumbo fijo ni objetivos concretos. Y mientras tanto las víctimas se iban sucediendo una tras otra. Tengo que hacer un gran acto de autocontrol para no perder los estribos rememorando estos sucesos tan escalofriantes, no sé cómo demonios conseguí mantener la calma y mi cabeza fría en todo momento. Supongo que es la magia de los exámenes finales y de los trabajos de fin de curso, que le dejan a uno demasiado exhausto para dedicar tiempo a la contemplación de otros menesteres.

El caso es que una buena mañana encontré una cinta de vídeo en el buzón. Llamé a Hans antes comenzar su visionado, ya que estaba muerto de miedo en aquel momento y él era posiblemente la única persona a quién pudiera confiarle aquello. Aún recuerdo cómo me temblaba el pulso y cómo el corazón parecía que me iba estallar el corazón e mil pedazos. No conseguí dar con él a pesar de mi insistencia.
Si hubiera abierto los periódicos en aquella época hubiera descubierto que la oleada de homicidios continuaba sobre la universidad y que se había extendido el pánico a raíz de la última víctima, un tal Hansel von Stauffen, que apareció desmembrada en multitud de lugares de la facultad de ciencias. Y sin duda, un detalle que me hubiera resultado relevante es que tanto su cabeza cómo su corazón aparecieron en el vestíbulo de la facultad donde llamamos al señor Tod.
No obstante estaba bastante ocupado estaba temblando de miedo contemplando una película protagonizada por mi mismo con breves tomas de algunas de las actividades que había desempeñado en las últimas semanas. Y contemplándome a mi mismo morir tras una caída desde la ventana de mi cuarto. Aquello no podía estar teniendo lugar, ¿verdad? ¿Cómo reaccionaría viéndose a uno mismo perecer tan estúpidamente?

martes, 1 de junio de 2010

Capítulo II: La Llamada

Por fin llegó el gran día. Hans les había hablado a los miembros de das Kreis de mis progresos en el ocultismo. Según sus propias palabras, “aprendía rápido para ser un novato”. Era halagador, así como una prueba de mi valía ya que después de todo el esfuerzo depositado en aquel desafío mi curiosidad se vería recompensada: conocería a los integrantes del grupo.

- Martes 21, a las 00.00 en el vestíbulo del anexo, quedaremos 10 minutos antes en la puerta de la facultad- una hora y un lugar, era todo lo que necesitaba saber. Aunque a esa hora ese lugar fuese prácticamente inaccesible, Hans me dijo que no me preocupara por nada.

A diferencia de mis expectativas, no hubo ceremonia de bienvenida, ni pronunciación de votos secretos ni nada místico o extravagante. Me decepcionó un poco, la verdad, pues Hans se limitó a proporcionarme una túnica y una máscara. Me dijo que a partir de ese instante, cuando llevase la máscara sería Aralim, el dirigente de la orden angelical de los tronos en la cábala judía. No sabría judgar si era un nombre adecuado, el caso es que sonaba bien y me mostré conforme con su decisión. La máscara en sí no era gran cosa, un antifaz de porcelana escasamente ornamentado y con un ala emplumada en cada extremo, acorde mi nuevo alter-ego. Una vez me hube enfundado en la túnica carmesí, bastante liviana y exquisitamente confeccionada, nos dirigimos al interior del edificio. Sorprendentemente estaba abierto.
Sólo se escuchaba el repiqueteo de la calefacción de la sala de máquinas. La enorme sala permanecía a oscuras salvo por los haces de la luz lunar que penetraban por la claraboya del vestíbulo: el firmamento estaba despejado aquella noche, aquella noche de luna llena, aquella noche fatal. Das Kreis estaba reunido, y sus integrantes –cerca de una treintena de destacados individuos ataviados con largas túnicas ceremoniales- aguardaban pacientemente, dispuestos formando un círculo perfecto. Hubiera sido imposible distinguirles aunque me lo hubiese propuesto, pues todos los allí presentes ocultábamos el rostro bajo una capucha y, por si aquello fuera poco, tras la máscara. Cada uno tenía la suya, conformando así la identidad del miembro dentro de das Kreis, pero asimismo desvinculándole de su mundana e inútil existencia terrenal. En aquella sala todos éramos únicos y a su vez no éramos nadie.

Uno de los encapuchados dio un paso al frente, enseñando su máscara a los demás presentes: un Oni o demonio japonés. Antiguamente eran utilizadas por los guerreros samuráis para infundir terror en sus enemigos. Más tarde me enteré de que su nombre en das Kreis era Dajjal, el anticristo musulmán. Una enorme bestia que se alzaría en el fin de los tiempos contra los enemigos de Alá. Espeluznante.

- Hermanos, hermanas- dijo ceremoniosamente con una voz masculina-. Hoy estamos aquí reunidos con un propósito: terminar con la vida humana sobre la faz de la Tierra. Los astros han convenido que zanjemos hoy este asunto, la humanidad no merece seguir viviendo.
- No estoy de acuerdo- replicó una voz femenina, dando un paso al frente la figura en el extremo opuesto del círculo a Dajjal. No necesité ver más que su máscara para conocer su nombre en clave: Luna-. Los humanos hemos podido cometer muchos errores, pero también son responsables de multitud de buenas obras y de creaciones magistrales. Puede que no a nivel político, puede que no en ese mar de corrupción que son las altas esferas, pero sí en los contextos cotidianos, en el día a día, los humanos somos capaces de obrar abnegadamente por los demás, incluso por los desconocidos. Obras como esas merecen un acto de fe.
- Los humanos no juegan ningún papel importante en las fuerzas naturales- prosiguió Dajjal haciendo caso omiso de la intervención de Luna-, de hecho no respetan las normas implícitas de ningún ecosistema. A diferencia de los demás animales no se adaptan al medio, adaptan el entorno a sus demandas, destruyendo las reservas y recursos naturales que poseen paulatinamente. Sólo hay un organismo que se extienda y destruya a la misma velocidad que los humanos: los virus. ¿Y que hacemos con los virus? Erradicarlos. Eso debemos hacer con los humanos.

Aquello me hizo plantearme entonces qué papel juega el hombre en la vida, en la naturaleza. Alguien me dijo una vez que somos la forma que tiene la naturaleza de experienciarse a si misma. Ningún otro organismo vivo realiza los análisis meta-cognitivos que nuestra especie ha realizado sobre el entorno en el que nos desenvolvemos. Puede que estemos terminando con ello progresivamente, es más, puede que la naturaleza se vengue de nuestra osadía… pero afortunadamente la naturaleza no es más que un constructo humano, una especie de divinidad inventada sobre la marcha para poder estudiar cómo funciona el mundo. La percepción de control que se tiene al hablar de la naturaleza como único factor desencadenante de distintos fenómenos es mucho mayor que si descomponemos el constructo de naturaleza en múltiples causas o fenómenos naturales –valga la redundancia. Nos gusta tener todo bajo control, por eso creemos tanto en la ciencia, porque es una disciplina a priori rigurosa y que controla las distintas variables. Es mucho más conciliador pensar en un sistema lineal y controlado que en uno caótico.
Por desgracia –o por fortuna-, la naturaleza, la vida, son sistemas caóticos, esto es: multicausales, con tantos factores determinantes de un mismo hecho que es imposible controlarlos todos. En estos sistemas es imposible predecir las consecuencias ya que todo esta relacionado con todo y una perturbación aleatoria y trivial puede tener consecuencias catastróficas, mientras que un desastre enorme en uno de los factores apenas puede tener impacto. Esto se conoce como efecto mariposa.
Sin embargo existe en los sistemas caóticos una fuerza, un atractor, que restaura el equilibrio de los mismos después de los disturbios que puedan producirse en el mismo. ¿Qué sucede con la Tierra? Que los humanos están atacando esos mecanismos reguladores, y poco a poco los desastres ocasionados por éstos podrían quedar sin equilibrarse, destruyendo el sistema y creando necesariamente uno nuevo donde, quién sabe, quizás no haya cabida para la especie humana. Quizás Dajjal tenga razón y los seres humanos merezcan la extinción.

Un prolongado silencio siguió a la intervención de Dajjal. Sólo Casandra se atrevió a romper la tensión imperante en el ambiente, con su voz delicada.

- ¿Y qué hay del amor?
- ¿El amor? No me hagas reír- replicó Dajjal-. Querrás decir el sexo, la función reproductiva. No es más que un patético intento de disfrazar la verdad con sensiblerías pseudo-trascendentales.
- No estoy de acuerdo – Luna volvió a tomar la palabra antes de que Dajjal empezase con uno de sus nuevos monólogos catastrofistas-. No hay nada más hermoso que amar y ser correspondido. El sexo sin amor es basura comparado con la plenitud de hacer el amor con tu pareja.
- Ya está aquí la sensiblera –intervino Hans, cuyo nombre en clave era Dumah, el ángel de la oscuridad-. Coincido con Dajjal, el amor no es más que un artefacto cultural fruto de la sociedad para enmascarar la función reproductiva. Existen diversos estudios antropológicos que describen las relaciones de los miembros de algunas tribus guineanas como acciones con fines únicamente reproductivos.
- Asumiendo que eso sea así, ¿Qué hay de la ciencia? –dijo un encapuchado mostrando su máscara que simulaba un yelmo griego, posiblemente ateniense. Curioso, si no estaba equivocado se trataba de una Atenea muy varonil. Aunque bien pensado, era una relación más que adecuada- Gracias a ella ha sido el posible el progreso, y gracias a ella podremos terminar con los síntomas que nos aquejan.
- ¿Es necesario que volvamos a discutir en esta sesión los problemas que plantea la ciencia? –cortó Dajjal de improvisto.
- ¿Y el arte? ¿Y la creatividad? - Caliope, con una máscara sonriente e inspiradora lanzó la pregunta al aire para, instante más tarde, responderla-. Los humanos son capaces de portentos prodigiosos, son capaces de crear de la nada casi cualquier cosa. Es una capacidad asombrosa gracias a la cual hemos podido evolucionar como especie y llegar hasta donde hemos llegado. No lo olvidéis.

Aunque pudiera parecer un mero espectador, cada argumento generaba en mí nuevas reflexiones, nuevos puntos de vista, nuevas alternativas. La creatividad, el arte… No sé por qué, pero ello me llevó a desconectar unos minutos del devenir de la conversación.
¿Qué es la creatividad? Aquella facultad humana gracias a la cual somos capaces de innovar y crear nuevos productos. ¿Qué es necesario para que un producto sea creativo? Bueno, aunque exista cierta controversia al respecto, yo me inclinaría por la versión de un producto es creativo cuando es original o innovador y valorado positivamente en su contexto de referencia. Puede que sea una postura algo relativista, pero es una definición funcional que permite establecer un criterio de demarcación entre las distintas producciones humanas. ¿Y el arte? ¿Es necesariamente creativo? Sí y no. Las obras de arte son creaciones humanas y además muy valoradas. Por ello puede decirse que sí, que son originales y valoradas en su contexto de referencia, por lo que necesariamente han de ser creativas. Aun así, hay artistas que triunfan no por la originalidad de sus productos, sino por las estrategias del mercado. Y es que nuestro contexto de referencia no puede separarse del financiero, porque todo aquello que se demanda (y es posible que no haya nada que se demande más que el arte, a excepción –claro está- de los productos básicos y de primera necesidad) es un negocio potencial susceptible de ser explotado. Evidentemente pienso en la música o algunos de los best Sellers más populares de la última década.
¿Qué es para mí el arte? Para mí, y concretamente hablando de la escritura, el arte ha consistido en un refugio al que evadirme y en el que, cual dios megalómano y maquiavélico, tenía el control de absolutamente todo lo que sucedía, algo que no pasa nunca en la vida real. Para mí era una salida, una vía de escape que gustosamente he podido retomar tras un par de años hibernando.

- Y tampoco desterremos al olvido al saber y al conocimiento. No podemos destruir ahora una obra que se viene representando desde hace milenios –apuntó un tal Trismegistos.
- Así no llegaremos a ninguna parte, tendremos que llamarle- apuntó Luna. Pero, ¿llamar a quién? Había vuelto justo en la parte más emocionante.
- Estoy de acuerdo, llamemos a Dyehuty- sentenció Dajjal. Dyehuty dios egipcio de del conocimiento, si mal no recuerdo.
- Conforme.
- Me parece bien.
- De acuerdo.
- Sea pues, el sabrá como proceder.

Lo que pasó a continuación… emprendimos un ritual para invocar a Dyehuty. No me siento capaz de evocar a mi memoria una vez más lo sucesos que llevamos a cabo, pues temo perder mi cordura en el intento. Después de tres intensas horas finalizamos.

Y nada sucedió.

Aquello había sido una burda escusa, una tomadura de pelo, una patraña. Definitivamente me habían tomado el pelo y yo había sido tan idiota de picar.

¿O no?