martes, 1 de junio de 2010

Capítulo II: La Llamada

Por fin llegó el gran día. Hans les había hablado a los miembros de das Kreis de mis progresos en el ocultismo. Según sus propias palabras, “aprendía rápido para ser un novato”. Era halagador, así como una prueba de mi valía ya que después de todo el esfuerzo depositado en aquel desafío mi curiosidad se vería recompensada: conocería a los integrantes del grupo.

- Martes 21, a las 00.00 en el vestíbulo del anexo, quedaremos 10 minutos antes en la puerta de la facultad- una hora y un lugar, era todo lo que necesitaba saber. Aunque a esa hora ese lugar fuese prácticamente inaccesible, Hans me dijo que no me preocupara por nada.

A diferencia de mis expectativas, no hubo ceremonia de bienvenida, ni pronunciación de votos secretos ni nada místico o extravagante. Me decepcionó un poco, la verdad, pues Hans se limitó a proporcionarme una túnica y una máscara. Me dijo que a partir de ese instante, cuando llevase la máscara sería Aralim, el dirigente de la orden angelical de los tronos en la cábala judía. No sabría judgar si era un nombre adecuado, el caso es que sonaba bien y me mostré conforme con su decisión. La máscara en sí no era gran cosa, un antifaz de porcelana escasamente ornamentado y con un ala emplumada en cada extremo, acorde mi nuevo alter-ego. Una vez me hube enfundado en la túnica carmesí, bastante liviana y exquisitamente confeccionada, nos dirigimos al interior del edificio. Sorprendentemente estaba abierto.
Sólo se escuchaba el repiqueteo de la calefacción de la sala de máquinas. La enorme sala permanecía a oscuras salvo por los haces de la luz lunar que penetraban por la claraboya del vestíbulo: el firmamento estaba despejado aquella noche, aquella noche de luna llena, aquella noche fatal. Das Kreis estaba reunido, y sus integrantes –cerca de una treintena de destacados individuos ataviados con largas túnicas ceremoniales- aguardaban pacientemente, dispuestos formando un círculo perfecto. Hubiera sido imposible distinguirles aunque me lo hubiese propuesto, pues todos los allí presentes ocultábamos el rostro bajo una capucha y, por si aquello fuera poco, tras la máscara. Cada uno tenía la suya, conformando así la identidad del miembro dentro de das Kreis, pero asimismo desvinculándole de su mundana e inútil existencia terrenal. En aquella sala todos éramos únicos y a su vez no éramos nadie.

Uno de los encapuchados dio un paso al frente, enseñando su máscara a los demás presentes: un Oni o demonio japonés. Antiguamente eran utilizadas por los guerreros samuráis para infundir terror en sus enemigos. Más tarde me enteré de que su nombre en das Kreis era Dajjal, el anticristo musulmán. Una enorme bestia que se alzaría en el fin de los tiempos contra los enemigos de Alá. Espeluznante.

- Hermanos, hermanas- dijo ceremoniosamente con una voz masculina-. Hoy estamos aquí reunidos con un propósito: terminar con la vida humana sobre la faz de la Tierra. Los astros han convenido que zanjemos hoy este asunto, la humanidad no merece seguir viviendo.
- No estoy de acuerdo- replicó una voz femenina, dando un paso al frente la figura en el extremo opuesto del círculo a Dajjal. No necesité ver más que su máscara para conocer su nombre en clave: Luna-. Los humanos hemos podido cometer muchos errores, pero también son responsables de multitud de buenas obras y de creaciones magistrales. Puede que no a nivel político, puede que no en ese mar de corrupción que son las altas esferas, pero sí en los contextos cotidianos, en el día a día, los humanos somos capaces de obrar abnegadamente por los demás, incluso por los desconocidos. Obras como esas merecen un acto de fe.
- Los humanos no juegan ningún papel importante en las fuerzas naturales- prosiguió Dajjal haciendo caso omiso de la intervención de Luna-, de hecho no respetan las normas implícitas de ningún ecosistema. A diferencia de los demás animales no se adaptan al medio, adaptan el entorno a sus demandas, destruyendo las reservas y recursos naturales que poseen paulatinamente. Sólo hay un organismo que se extienda y destruya a la misma velocidad que los humanos: los virus. ¿Y que hacemos con los virus? Erradicarlos. Eso debemos hacer con los humanos.

Aquello me hizo plantearme entonces qué papel juega el hombre en la vida, en la naturaleza. Alguien me dijo una vez que somos la forma que tiene la naturaleza de experienciarse a si misma. Ningún otro organismo vivo realiza los análisis meta-cognitivos que nuestra especie ha realizado sobre el entorno en el que nos desenvolvemos. Puede que estemos terminando con ello progresivamente, es más, puede que la naturaleza se vengue de nuestra osadía… pero afortunadamente la naturaleza no es más que un constructo humano, una especie de divinidad inventada sobre la marcha para poder estudiar cómo funciona el mundo. La percepción de control que se tiene al hablar de la naturaleza como único factor desencadenante de distintos fenómenos es mucho mayor que si descomponemos el constructo de naturaleza en múltiples causas o fenómenos naturales –valga la redundancia. Nos gusta tener todo bajo control, por eso creemos tanto en la ciencia, porque es una disciplina a priori rigurosa y que controla las distintas variables. Es mucho más conciliador pensar en un sistema lineal y controlado que en uno caótico.
Por desgracia –o por fortuna-, la naturaleza, la vida, son sistemas caóticos, esto es: multicausales, con tantos factores determinantes de un mismo hecho que es imposible controlarlos todos. En estos sistemas es imposible predecir las consecuencias ya que todo esta relacionado con todo y una perturbación aleatoria y trivial puede tener consecuencias catastróficas, mientras que un desastre enorme en uno de los factores apenas puede tener impacto. Esto se conoce como efecto mariposa.
Sin embargo existe en los sistemas caóticos una fuerza, un atractor, que restaura el equilibrio de los mismos después de los disturbios que puedan producirse en el mismo. ¿Qué sucede con la Tierra? Que los humanos están atacando esos mecanismos reguladores, y poco a poco los desastres ocasionados por éstos podrían quedar sin equilibrarse, destruyendo el sistema y creando necesariamente uno nuevo donde, quién sabe, quizás no haya cabida para la especie humana. Quizás Dajjal tenga razón y los seres humanos merezcan la extinción.

Un prolongado silencio siguió a la intervención de Dajjal. Sólo Casandra se atrevió a romper la tensión imperante en el ambiente, con su voz delicada.

- ¿Y qué hay del amor?
- ¿El amor? No me hagas reír- replicó Dajjal-. Querrás decir el sexo, la función reproductiva. No es más que un patético intento de disfrazar la verdad con sensiblerías pseudo-trascendentales.
- No estoy de acuerdo – Luna volvió a tomar la palabra antes de que Dajjal empezase con uno de sus nuevos monólogos catastrofistas-. No hay nada más hermoso que amar y ser correspondido. El sexo sin amor es basura comparado con la plenitud de hacer el amor con tu pareja.
- Ya está aquí la sensiblera –intervino Hans, cuyo nombre en clave era Dumah, el ángel de la oscuridad-. Coincido con Dajjal, el amor no es más que un artefacto cultural fruto de la sociedad para enmascarar la función reproductiva. Existen diversos estudios antropológicos que describen las relaciones de los miembros de algunas tribus guineanas como acciones con fines únicamente reproductivos.
- Asumiendo que eso sea así, ¿Qué hay de la ciencia? –dijo un encapuchado mostrando su máscara que simulaba un yelmo griego, posiblemente ateniense. Curioso, si no estaba equivocado se trataba de una Atenea muy varonil. Aunque bien pensado, era una relación más que adecuada- Gracias a ella ha sido el posible el progreso, y gracias a ella podremos terminar con los síntomas que nos aquejan.
- ¿Es necesario que volvamos a discutir en esta sesión los problemas que plantea la ciencia? –cortó Dajjal de improvisto.
- ¿Y el arte? ¿Y la creatividad? - Caliope, con una máscara sonriente e inspiradora lanzó la pregunta al aire para, instante más tarde, responderla-. Los humanos son capaces de portentos prodigiosos, son capaces de crear de la nada casi cualquier cosa. Es una capacidad asombrosa gracias a la cual hemos podido evolucionar como especie y llegar hasta donde hemos llegado. No lo olvidéis.

Aunque pudiera parecer un mero espectador, cada argumento generaba en mí nuevas reflexiones, nuevos puntos de vista, nuevas alternativas. La creatividad, el arte… No sé por qué, pero ello me llevó a desconectar unos minutos del devenir de la conversación.
¿Qué es la creatividad? Aquella facultad humana gracias a la cual somos capaces de innovar y crear nuevos productos. ¿Qué es necesario para que un producto sea creativo? Bueno, aunque exista cierta controversia al respecto, yo me inclinaría por la versión de un producto es creativo cuando es original o innovador y valorado positivamente en su contexto de referencia. Puede que sea una postura algo relativista, pero es una definición funcional que permite establecer un criterio de demarcación entre las distintas producciones humanas. ¿Y el arte? ¿Es necesariamente creativo? Sí y no. Las obras de arte son creaciones humanas y además muy valoradas. Por ello puede decirse que sí, que son originales y valoradas en su contexto de referencia, por lo que necesariamente han de ser creativas. Aun así, hay artistas que triunfan no por la originalidad de sus productos, sino por las estrategias del mercado. Y es que nuestro contexto de referencia no puede separarse del financiero, porque todo aquello que se demanda (y es posible que no haya nada que se demande más que el arte, a excepción –claro está- de los productos básicos y de primera necesidad) es un negocio potencial susceptible de ser explotado. Evidentemente pienso en la música o algunos de los best Sellers más populares de la última década.
¿Qué es para mí el arte? Para mí, y concretamente hablando de la escritura, el arte ha consistido en un refugio al que evadirme y en el que, cual dios megalómano y maquiavélico, tenía el control de absolutamente todo lo que sucedía, algo que no pasa nunca en la vida real. Para mí era una salida, una vía de escape que gustosamente he podido retomar tras un par de años hibernando.

- Y tampoco desterremos al olvido al saber y al conocimiento. No podemos destruir ahora una obra que se viene representando desde hace milenios –apuntó un tal Trismegistos.
- Así no llegaremos a ninguna parte, tendremos que llamarle- apuntó Luna. Pero, ¿llamar a quién? Había vuelto justo en la parte más emocionante.
- Estoy de acuerdo, llamemos a Dyehuty- sentenció Dajjal. Dyehuty dios egipcio de del conocimiento, si mal no recuerdo.
- Conforme.
- Me parece bien.
- De acuerdo.
- Sea pues, el sabrá como proceder.

Lo que pasó a continuación… emprendimos un ritual para invocar a Dyehuty. No me siento capaz de evocar a mi memoria una vez más lo sucesos que llevamos a cabo, pues temo perder mi cordura en el intento. Después de tres intensas horas finalizamos.

Y nada sucedió.

Aquello había sido una burda escusa, una tomadura de pelo, una patraña. Definitivamente me habían tomado el pelo y yo había sido tan idiota de picar.

¿O no?

2 comentarios:

Nevem dijo...

Es muy posible que a partir de aqui halla alguna errata, eran las 3 de la mañana y no me revisé el escrito muy a fondo, lo siento.

B. dijo...

Tu blog es un poco como los capis de Lost, como no te leas lo anterior no hay quien se entere de nada xD
Pero me lo voy a leer, que tu te has tommado la molestia de tragarte mis improperios acerca de los vuelos de bajo coste, y eso es digno de recompensar xD