sábado, 5 de junio de 2010

Capítulo III: Tod

- Buenas noches, caballeros –dijo un hombre al otro lado de la sala que se aproximó lentamente al interior del círculo. Si no hubiesen permanecido enmascarados, me atrevería a afirmar que los integrantes de Das Kreis estaban tan atónitos como yo. Seguramente era la primera vez que funcionaba “el ritual”, o que alguien interrumpía una sesión ocultista a tres de la mañana, nunca se sabe. Imaginarme a Dajjal con la misma cara de bobo que yo, por alguna extraña razón, me reconfortaba.
Bajo la luz de la luna el aspecto del hombre era… peculiar. A diferencia de lo esperado: una figura humanoide masculina, de tronco desnudo y bien torneado, con cabeza de ibis y con una faldita de época; el grupo se encontraba frente a un hombrecillo de mediana edad y baja estatura, tez pálida, blanquecina, completamente calvo, desprovisto de cejas y con un rostro arrugado sumamente inquisitivo. Sus ojos inquietantes, excesivamente abiertos, examinaban detenidamente a los adeptos de das Kreis. Iba ataviado con un traje negro y portando una cámara de vídeo en la mano izquierda. Se dibujaba en su semblante una amplia sonrisa presumiblemente forzada en lo que parecía ser un ademán burlón, cuyos labios tenían un tono exacerbadamente rojizo.

- ¡Oh, gran Dyehuty! – se apresuró a proclamar Dajjal, o a tartamudear más bien-, señor… encarnación de la sabiduría, la escritura, la música y la Luna. ¡Oh gran Dyehuty!, tenemos una pregunta que formularos.
- Ah… prefiero que me llamen Tod, es más corto –apuntó el recién llegado. Tot era el nombre griego de la misma divinidad, y si hubiera que humanizarlo y adaptarlo a los tiempo moderno, Tod resultaba extremadamente pertinente. Si era un intruso, venía muy bien informado.
- Eh… sí, eso. ¡Oh, gran Tod! Divinidad, encarnación y señor de la sab…
- Señor Tod, si no es mucha molestia.
- Oh… claro. Esto… ¡Oh, gran señor Tod! Una cuestión tenemos que formu…
- Sí, claro. Yo también. Encantado. Si me disculpáis tengo que irme a recoger una cosa… al tinte, ya saben. Bueno, ya nos veremos –se despidió sonriente.

Y se fue. Sí, abandonando la sala sin más.

Los integrantes de das Kreis intercambiaron miradas atónitas entre sí. O se miraron intuyéndose caras de asombro y perplejidad entre ellos. Cada vez entendía menos de lo que pasaba a mí alrededor. Por suerte no era el único.

- ¡Qué demonios a pasado! –estalló Dajjal al cabo de unos minutos-. ¡Panda de incompetentes! ¿Qué habéis hecho mal para qué esto termine así? ¡Sois unos desgraciados!

Los hermanos y hermanas de das Kries agacharon la cabeza y se contemplaron los pies posiblemente avergonzados de sí mismos. Uno no se dedica durante años al ocultismo para que a la primera de cambio le sucediesen estas cosas. Bastante ya parecían tener con su propio pesar para añadir las voces y estridentes gritos de Dajjal. La sesión se canceló media hora más tarde dada por fracasada y cada miembro se retiró a sus dependencias. En lo que a mi respectaba el señor Tod era una especie de héroe-humorista que les había dado una buena lección de humildad a aquella panda de megalómanos.


Lo sucedido en los días subsiguientes me temo que fueron los hechos más turbadores de toda mi vida, no sabría especificar hasta que punto. Apenas un par de días después del incidente Hans me llamó al teléfono para contarme un alarmante acontecimiento: Luna había recibido en su apartamento una misteriosa cinta de vídeo que recopilaba escenas en la que fue grabada infraganti en diversos momentos en los que ella afirmaba estaba completamente sola. Y por lo que me contaba Hans, era impensable que ella se filmase a si misma en el baño o mientras dormía.
Los miembros de das Kreis restaban importancia a aquel suceso. Seguramente no se tratase más que de un acosador, afirmaba constantemente Trismegistos. Sin embargo se equivocaba, pues bastaron 24 horas después de haber sido informado para que Luna apareciese muerta incrustada en una antena de televisión del edificio donde residía.

Ciertamente, como afirmaban algunos adeptos aquello podía tratarse de un hecho aislado, sin mayor trascendencia y se hubiera dado por una perturbación azarosa en el sistema. Nada más lejos de la realidad pues indiscriminadamente iban llegando a más y más vídeos con escenas cuyo contenido cada vez se tornaba más preocupante. Ya no se limitaban a ser discretas filmaciones de momentos de descuido de los integrantes del grupo, sino que las filmaciones contenían primeros planos y momentos donde las víctimas aparecían y conscientes y mirando a cámara. Lo peor de todo es que ellos no recordaban haber sido grabado en ninguno de aquellos lapsos temporales. Yo permanecía ajeno a estos incidentes ya que me distancié un poco del grupo y decidí centrarme en los estudios. Las investigaciones policiales en curso estaban paradas, las cintas no tenían ningún tipo de huella, las grabaciones no habían sido manipuladas. No había rastro de quien quiera que hubiera acometido aquella macabra empresa y las fuerzas del orden correspondiente estaban en blanco, sin un rumbo fijo ni objetivos concretos. Y mientras tanto las víctimas se iban sucediendo una tras otra. Tengo que hacer un gran acto de autocontrol para no perder los estribos rememorando estos sucesos tan escalofriantes, no sé cómo demonios conseguí mantener la calma y mi cabeza fría en todo momento. Supongo que es la magia de los exámenes finales y de los trabajos de fin de curso, que le dejan a uno demasiado exhausto para dedicar tiempo a la contemplación de otros menesteres.

El caso es que una buena mañana encontré una cinta de vídeo en el buzón. Llamé a Hans antes comenzar su visionado, ya que estaba muerto de miedo en aquel momento y él era posiblemente la única persona a quién pudiera confiarle aquello. Aún recuerdo cómo me temblaba el pulso y cómo el corazón parecía que me iba estallar el corazón e mil pedazos. No conseguí dar con él a pesar de mi insistencia.
Si hubiera abierto los periódicos en aquella época hubiera descubierto que la oleada de homicidios continuaba sobre la universidad y que se había extendido el pánico a raíz de la última víctima, un tal Hansel von Stauffen, que apareció desmembrada en multitud de lugares de la facultad de ciencias. Y sin duda, un detalle que me hubiera resultado relevante es que tanto su cabeza cómo su corazón aparecieron en el vestíbulo de la facultad donde llamamos al señor Tod.
No obstante estaba bastante ocupado estaba temblando de miedo contemplando una película protagonizada por mi mismo con breves tomas de algunas de las actividades que había desempeñado en las últimas semanas. Y contemplándome a mi mismo morir tras una caída desde la ventana de mi cuarto. Aquello no podía estar teniendo lugar, ¿verdad? ¿Cómo reaccionaría viéndose a uno mismo perecer tan estúpidamente?

No hay comentarios: